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miércoles,
18 de
abril de
2007 |
El dolor de Malvinas
Discrepo con la opinión vertida por el señor Malvestiti y también con el tratamiento que se le está dando al tema en los medios. La falta de legitimidad del gobierno de facto, así como sus espurias motivaciones para iniciar esa aventura bélica, su corrupción y su incompetencia, no le quita ni un ápice de valor a lo que fue la inmensa alegría de la sociedad en su conjunto al ver nuestra querida bandera ondeando, finalmente, en ese trozo de tierra ocupada. Porque de eso se trata, ni más ni menos; un pedazo de nuestra tierra que fue ocupado por la fuerza de las armas, tal como lo fue París por las tropas alemanas en 1940. En nuestro caso, no hemos podido expulsar a los invasores todavía. Apoyo todas las acciones diplomáticas que tiendan al efectivo y completo ejercicio de nuestra soberanía en las islas _y como ciudadana jamás aceptaré menos que eso_, reforzadas por otro tipo de medidas, sanciones económicas incluidas. Todas las guerras son lamentables, también lo fue ésta. Pero, como dijo Arturo Araujo, presidente del Colegio de Abogados, la diplomacia no puede consumir la existencia de decenas de generaciones sin arrojar fruto alguno. Esta guerra la comenzó Gran Bretaña en 1833 al invadir territorio ajeno y tendrá fin verdadero y definitivo sólo cuando ese territorio vuelva a sus legítimos dueños.
Lucila Debenedetto
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