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 lunes, 16 de abril de 2007  
Una solución para los inundados

Los inundados vuelven a sus casas y se hace necesario efectuar algunas reflexiones, aunque sean reiterativas. Nuevamente, y ya hemos perdido la cuenta, se repiten las temidas inundaciones que arrasan con las viviendas y los pocos bienes que tiene la población, en particular los más humildes y pobres que viven en la periferia de la ciudad. Han pasado más de cuatro décadas desde 1961/62 cuando Empalme Graneros, Nuevo Alberdi, Ludueña y muchos otros barrios soportaron la “Gran Inundación” (luego se sucedieron otras) que produjo millares de evacuados y donde muchos debieron pernoctar sobre los techos. Tan tremenda desgracia, que superó a muchas anteriores y posteriores, determinó que las vecinales de los barrios más afectados convocaran a una asamblea pública. Esta se llevó a cabo el jueves 5 de abril de 1962 en las instalaciones del Club Libertad de Empalme Graneros participando en ella representantes de 14 vecinales y más de 2.000 vecinos. Allí, el titular de la Vecinal de Empalme Graneros, don Virginio Ottone, denunció la desidia hasta entonces de las autoridades nacionales, provinciales y municipales. En mi condición de titular de la Sociedad Vecinal Bella Vista Zona Oeste, en aquel entonces, puse a consideración de aquella asamblea un proyecto con sugerencias de una serie de medidas tendientes a lograr la solución integral al problema de las reiteradas inundaciones. Dicho proyecto fue aprobado por unanimidad por parte de los vecinos y directivos de las vecinales presentes. El logro de algunas de las obras reclamadas se llevaron a cabo con mucha demora y dificultades, principalmente de índole económica, pero las movilizaciones de los vecinos lograron que se construyeran los emisarios y la represa del Ludueña. Otras obras, como los lagos artificiales para retener las aguas como fuentes productivas y para épocas de sequía, o la canalización adecuada de los arroyos Ludueña, Saladillo y San Lorenzo, con defensas laterales de hormigón para evitar su desborde, o el dragado del canal Ibarlucea, con salida entubada directamente al río Paraná a los efectos de evitar el taponamiento del arroyo Ludueña y su posible desborde en épocas de lluvias torrenciales, como las que estamos soportando actualmente, no se hicieron. No se trata de inusuales lluvias, porque nadie puede asegurar que lo peor ya ha pasado, ni de la fatalidad, ni de hechos comparativos con ciudades más desarrolladas. Los inundados que soportaron y sufren en los barrios tapados por el agua, al igual que las poblaciones del interior de nuestra provincia, soportan esta desgracia como consecuencia de la falta de importantes obras de infraestructura que hubiesen costado mucho menos que las pérdidas humanas y materiales producidas por las reiteradas inundaciones. Hasta la solución integral contra las inundaciones seguiré bregando con mi modesta opinión y reclamando que todos los afectados por la reciente inundación sean censados para restituirles todo lo perdido y reconstruirles sus viviendas en los casos necesarios hasta poder trasladarlos a casas dignas en zonas no inundables, sean de la ciudad o las islas.

Manuel Silvestre Díaz

DNI 5.969.525

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