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domingo,
08 de
abril de
2007 |
Lecturas
Alegato por la naturaleza
Stella Maris Brunetto
Ensayo. La creación, salvemos la vida en la tierra, de Edward O. Wilson. Katz Editores, Buenos Aires, 2007, 256 páginas.
Si los insectos desaparecieran de la faz del planeta, los humanos tendríamos los días contados y quedaría demostrado que nuestro sitial de Reyes de la Creación no ha sido más que una fábula sostenida por la ficción. El panorama, de contornos macabros, no es más que un hecho comprobable para aquellos que, como Edward Wilson, se han dedicado a estudiar los ecosistemas y a denunciar los latrocinios que se cometen sobre ellos.
El mayor biólogo del presente, experto en hormigas y su particular importancia en el mantenimiento de la naturaleza, desarrolla en esta obra (que considera el cierre de su carrera), un maravilloso alegato a favor de la conservación de los ambientes a lo largo y ancho de la Tierra.
Organizada como una carta-apelación a un pastor bautista, lo invita a deponer la clásica ortodoxia del creacionismo y a unir fuerzas con los científicos para salvar lo que queda del mundo natural. Wilson desde su mirada científica y el reverendo al cual se dirige pueden (y deben) constituirse en voces que se hagan oír para que la barbarie que se comete contra el único escenario para el que estamos diseñados no se convierta en el desierto al que nos encaminamos si persistimos en su salvaje explotación.
Lo que podría ser aburrido relato sobre las hormigas, los dinosaurios o los glotones (un mamífero carnicero ágil y peligroso para el ganado y las personas), se transforma, en este autor, en una apasionante crónica de la cual cuesta separarse. Sólo profundos conocedores y apasionados divulgadores como este biólogo pueden hacernos ver el marco natural, su génesis y su incierto futuro en forma clara y entretenida.
Gestor de la Sociobiología como rama que integra distintas ramas científicas y responsable del término biodiversidad, Wilson se limita a dar cuenta de las acciones que se cometen en contra de la naturaleza, ese ente de difícil definición, aportando algunas ideas sobre cómo pueden coexistir sistemas productivos y ambientes naturales.
“Elevarnos hacia la Naturaleza en lugar de elevarnos alejándonos de ella” es una de las premisas que el autor acuña casi poéticamente en su despedida final al interlocutor que busca como cómplice para su cruzada en pro de la defensa del ambiente, antes de desarrollar en una perfecta síntesis, las maneras en que puede lograrse despertar en los alumnos el amor por la Biología.
Autodefinido como “humanista laico”, Wilson es capaz de guiarnos por los recovecos de cientos de escenarios en peligro grave de colapso mientras sostiene que cada especie, por minúscula y humilde que pueda parecer, es una obra maestra de la biología y un bien digno de ser preservado.
Para los que todavía acarician la esperanza de que hijos y nietos puedan disfrutar de una naturaleza planetaria, con explotaciones sostenibles y acciones prudentes y para los que necesitan conocer algo más del entorno que nos contiene, transitar por estas páginas puede ser fuente de numerosas reflexiones y acciones responsables.
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