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domingo,
01 de
abril de
2007 |
Reflexiones
Otra vez agua y mensajes turbios
Carlos Duclós
Ya no es una cuestión reservada a investigadores, científicos o especialistas el saber que la acción depredadora del ser humano ha herido seriamente al planeta, ha quebrado su armonía ecológica y ambiental y, como consecuencia, se ha modificado el clima. Para quien está más o menos informado sobre la cuestión, no puede asombrar que hace unos meses hayan caídos piedras de un tamaño inusual sobre la ciudad de Rosario o que en estos días, en distintos puntos del país, se produzcan precipitaciones pluviales que, en pocas horas, superaron la media de varios meses. La tragedia es el efecto.
En la provincia de Santa Fe, como en Entre Ríos, a la precipitación incesante y copiosa se le suma, para mal de males, la crecida del Paraná. Y como siempre, para desazón de la prudencia y el oprobio de la solidaridad, hay o hubo atisbos de mensajes políticos turbios. En realidad, parece que lo importante es, para algunos, el hecho de que no se desluzca la propia imagen. El cómo solucionar los problemas de los seres humanos en unidad y solidaridad, eso carece de toda relevancia.
Los gobernantes, es cierto, son responsables en alguna medida por los padecimientos de las víctimas de estos sucesos que comienzan a tener poco de “naturales” y bastante de “hechos por el hombre”, pero tampoco puede ocultarse la realidad: ningún gobierno del planeta pudo, hasta ahora, ni podrá jamás, impedir estas catástrofes.
Un país improvisado
Por otra parte, en un país como Argentina -en donde los vuelos internacionales debieron realizarse hace poco “a la que te criaste”, porque el radar de Ezeiza no funcionó por ausencia de repuestos- los gobiernos provinciales y municipales no tienen la ventaja de conocer por anticipado cual será el comportamiento del tiempo y de las cuencas y mucho menos de una efectiva ayuda federal. Repare el lector, por ejemplo, que en el año 1.999 fue creado el Sistema Federal de Emergencias (Sifem), organismo nacional responsable de centralizar y coordinar las acciones de las diversas entidades encargadas de actuar en caso de desastres. Una noticia que data de fines del año 2.005 señala lo siguiente: “El Sifem se mantuvo bajo la órbita de la Jefatura de Gabinete hasta que en 2002 fue transferido a la Secretaría de Seguridad Interior, dependiente del Ministerio del Interior. Sin embargo, el impacto de su labor en todos estos años es desconocido por especialistas de medioambiente. Incluso, fuentes de la secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable la calificaron como "una estructura de cartón pintado". ¿Sigue siendo de cartón pintado? La noticia en cuestión añadió en su momento: “Lamentablemente, el Sifem sigue siendo una dependencia que parecería no existir. Su principal función es la prevención, pero sus acciones no se perciben públicamente, lo que es extremadamente grave en un organismo de esta naturaleza". Estas palabras le corresponden a Raúl Montenegro, biólogo, ganador, nada menos, que del premio Nobel alternativo en 2004 y presidente de la Fundación para la Defensa del Medioambiente.
El cuadro de situación por estos días en la República Argentina muestra a diversas zonas bajo el agua. ¿No es razonable pensar que en situaciones de extrema dificultad, de cataclismos, le corresponde al gobierno federal tener planes y ponerlos en ejecución a los efectos de atenuar los efectos desoladores del suceso? Es impensable que un presidente comunal, o un intendente o un gobernador pueda, por sí, elaborar todas aquellas acciones tendientes a aliviar los efectos devastadores de un grave desajuste climático. Tampoco, es verdad, se pueden aguardar soluciones mágicas del propio Estado nacional, porque resulta imposible impedir las consecuencias de fenómenos climáticos, pero sí le cabe la responsabilidad de realizar todas las inversiones necesarias para poder conocer las probabilidades de la ocurrencia del problema, el alerta y la ayuda. Es auspicioso, debe decirse, que desde la Superintendencia de Salud de la Nación, que depende del ministro Ginés González García, se quiera crear una estructura permanente integrada por instituciones de diversas regiones y un organigrama de funcionamiento constante. Tal parece que esto será anunciado en breve y ojalá funcione y no sea no más que una idea del momento, como tantas que han surgido en el país.
Mensajes irresponsables
Lo cierto es que ahora se debate en algunos círculos si la Municipalidad de Rosario hubiera podido prevenir el derrumbe de la casa ubicada a pocas cuadras del centro de Rosario y sus muertos o si el gobierno de la provincia (como si el gobierno municipal de la ciudad de Santa Fe no existiera) debió poner más bombas de achicamiento o desagote en la capital provincial. Estas divagaciones y otros mensajes en boca de algunos comunicadores porteños que lanzan al espacio informes que tienen más que ver con la narrativa comercial que otra cosa (mensajes sólo comprensibles en la desesperación del inundado) son endebles argumentos que se van por las ramas de la verdad. ¿Acaso algún gobierno municipal, algún Estado del país más desarrollado del planeta pudo por sí sólo hacer frente a los embates de la naturaleza y sus consecuencias? La tormenta Ernesto dejó cinco muertos y pérdidas multimillonarias en la principal potencia del mundo, lo que pone en evidencia que ni aún con el apoyo del gobierno central de Norteamérica fue posible luchar con éxito contra la naturaleza. ¿Qué hubiera pasado en Santa Fe, en estos días, si no se hubieran realizado los trabajos que se concretaron? ¿Cuántas bombas son necesarias para que se escurra el agua que proviene de una tempestad sin precedentes? ¿Alcanzan diez, cien, mil? ¿Alcanzan las bombas de desagote? ¿Qué alcanza en Rosario para impedir evacuados? Con todas las falencias existentes, y que deben reconocerse, es menester decir que a veces nada alcanza.
Con todo, es impensable que en una Nación seria no se adopten al menos medidas relevantes para prevenir y atenuar, en la medida de lo que es posible, los efectos de temporales agudos que comienzan a ser usuales. En la República Argentina, desde hace un tiempo, se registran lluvias, crecidas e inundaciones en diversos puntos ¿Qué inversiones ha hecho el Estado nacional, qué medidas ha adoptado para organizar a las instituciones públicas de toda la Nación y elaborar en conjunto planes tendientes a actuar con la mayor eficacia posible en estos casos? Se habla demasiado del crecimiento de la economía, de la merma de la pobreza (a veces pareciera que una disminución sólo existente en el dibujo del Indec) pero ¿dónde están las inversiones que tienen que ver con la defensa de la dignidad del hombre y de sus bienes? La puesta en marcha del maravilloso “tren bala”, que cubrirá el trayecto Rosario-Buenos Aires en 90 minutos, costará 1.500 millones de dólares. Pero el Sifem no funciona, muchas personas tienen y seguirán teniendo el agua hasta las cinturas y sus corazones por el suelo, y el radar de Ezeiza fue el paradigma de un país en donde muchos hablan mucho mientras se aguarda que unos artefactos solucionen el problema de las inundaciones que, según los científicos, se harán más crudas y devastadoras con el paso del tiempo en todas partes.
Y lo más importante: Pocos reparan en que la tragedia, en el fondo, se debe al accionar inescrupuloso de ciertos ricos y poderosos que privilegian sus réditos por sobre la armonía del planeta y la vida de millones de seres humanos.
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