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domingo,
01 de
abril de
2007 |
Interiores: descansar
Jorge Besso
Los significados del verbo descansar no pueden ser más esenciales ya que son vitales para todos los vivientes, en sus variados géneros, y para todas las edades. Pensar en el descanso, lleva rápidamente al alivio, al reposar, al dormir, al desahogo, y, en un sentido un poco más amplio, al descansar en algo o alguien. Es decir apoyarse en ese algo o en ese alguien. En suma, el descanso es fundamental tanto en el sentido del alivio como en del apoyo, ya que de una u otra manera todo el mundo lo necesita, y resulta imprescindible en cuerpo y alma.
Pero una vez más, cuerpo y psiquis no se comportan exactamente de la misma manera ya que en muchas ocasiones trabajan con intereses y móviles, no sólo distintos, sino que también pueden llegar a ser opuestos. El insomnio es un ejemplo muy patente y a la vez terrible de cómo un cuerpo necesita la reparación del descanso, mientras la psiquis deja atrapado al sujeto en la cama sin poder conciliar el sueño. En la operación de dormir la palabra conciliar juega un papel fundamental. No se trata sólo de la palabra, sino del trabajoso trabajo de conciliar concebido como componer y ajustar los ánimos opuestos ente sí.
Es la gran tarea de todos los conciliadores ya sea de aquellos a quienes se les encomienda tal misión, que en términos generales es descripta como acercar las partes en conflicto con el explícito propósito de que no pase a mayores. También es la labor de todos los conciliadores espontáneos que apenas ven el crispamiento de una discusión o un conflicto, se aprestan a limar las aristas que amenazan y presagian daños recíprocos. Si la labor conciliatoria es ardua cuando se trata de otros, mucho más lo es cuando se trata de uno mismo, y no se pueden conciliar las cuentas y las cosas que inutilizan todos los intentos de dormir o descansar.
Es que a la hora del descanso, cuerpo y alma no siempre se ponen de acuerdo. Fundamentalmente porque a la psiquis no le resulta fácil parar. Nada más ilustrativo que la expresión popular desenchufarse, condición fundamental para poder ingresar al tan preciado descanso, sobre todo porque el humano vive enchufado a su mundo, sin lo cual y sin el cual no podría vivir, pero en el que a menudo se ahoga en un vaso de agua. Este dicho no deja de ser una metáfora tan deslumbrante como inútil ya que el asunto es que el agobiado igual se ahoga, aunque sea en las insignificantes aguas de su propio vaso. Casi siempre es así. Confundir las aguas propias con las aguas de la realidad es una tarea en la que el humano se muestra incansable, pero tal tenacidad muchas veces lo deja exhausto y sin descanso.
Es decir que para descansar, en definitiva también para dormir, es necesaria una cierta distancia con la realidad. No se trata de una distancia adecuada, ya que cualquier adecuación con la realidad es como mínimo compleja. Tan compleja como lograr un consenso sobre cuál es la realidad. Hace muchos años en Barcelona, luego de una noche de una ríspida discusión, Oscar Masotta, un maestro del psicoanálisis y del pensamiento, viendo mi rostro de preocupación soltó la siguiente reflexión: “La realidad es mucho más flexible de lo que uno cree”. Sin duda que también suele ocurrir que la realidad resulte ser mucho más dura de lo que se esperaba. Con todo, el comentario de Masotta mantiene su cuota de verdad, al menos en el sentido de que la dureza y la rigidez con que en más de una ocasión se percibe la realidad es la propia inflexibilidad subjetiva trasladada hacia afuera, luego de lo cual es percibida como realidad externa y muy dura, cuando en rigor es realidad interna.
Muy distinto es para el resto de los vivientes que viven insertos dentro de una realidad única, programada de una vez para siempre (salvo intromisión humana) de forma que dentro de su programa el descanso resulta natural. Para el humano, de una u otra manera, juegan más de una realidad con lo que el encierro en alguna de ellas suele alterar la visión de las cosas. Esto hace que el peso de dicha realidad percibida como única lo aplaste en el padecimiento y lo deje sin descanso. Muchas veces envuelto en la ansiedad febril de pensar una y otra vez lo mismo en una “rumiación” que lo deja exhausto. Vale la pena recordar que las cosas no se solucionan en la cabeza sino con la cabeza, para que una vez desprendidos de la omnipotencia del pensamiento, se pueda ver o esperar las alternativas que la realidad ofrece. Algo así como lograr la paz antes de ir al cementerio.
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