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domingo,
01 de
abril de
2007 |
Teatro
Situaciones comunes en el escenario de la vida
Inés Montilla es actriz y coloca a la mujer y sus diferentes roles como eje de su obra
Clarisa Ercolano / La Capital
“Lo nuestro es puro teatro”, tarareaba una artista española en el filme “Mujeres al borde de un ataque de nervios”, del genial Pedro Almodóvar. Será por eso que la actriz María Inés Montilla decidió inmiscuirse con dos temas que mucho atañen a la mujer de hoy (nutrición e incomunicación con el mundo masculino) y dio a luz a “Muertas de hambre” y “Respondeme Roberto”, dos unipersonales que, auspiciados por el Instituto de Género de Rosario (Insgenar), movilizan y pasean por el escenario, estereotipos y situaciones comunes a la vida cotidiana de las mujeres de hoy.
Montilla se reconoce en el género del unipersonal. Y además, echa mano del humor y del sarcasmo para exponer lo mejor de sus personajes, que define como “femeninos y enriquecidos por la veta literaria del guionista Mirko Buchin”. La actriz persevera en dirigir su mensaje a las mujeres, y también a los hombres, que asegura, “no se sienten agredidos porque mi humor no es grotesco”, dice.
El desarrollo de las obras remite a pasajes de su vida personal: “Sentía que estaba en la cornisa, al borde del llanto o muriéndome de risa, y elegí reírme”, confiesa, y recuerda que cuando vivía alguna situación dramática y se la contaba a su grupo de amigos, ellos se reían.
“Muertas de hambre” comienza con un velatorio, pero no se trata de un acto ritual más, sino de la representación de la muerte de una mujer que fallece para dar paso a otra, totalmente renovada. El paradigma de superar la barrera de los 40 años, las propuestas masculinas y las relaciones de pareja que se mantienen por costumbre, ocupan todo el unipersonal.
La piedra fundamental de la obra está inspirada en el libro de Clarissa Pinkola Stess, “Mujeres que corren con los lobos”. “En el libro, la escritora habla de las carencias alimenticias que tiene la mujer y hace hincapié en aquellos que elegimos para comer y con quién lo compartimos”, explica.
A partir de este texto, Montilla vincula trastornos alimenticios con mujeres que carecen de todo tipo de alimento y por eso van los extremos. Para explicarlo, hace una analogía punzante: “tratamos de parecernos a la Barbie que no existe pero que sin embargo nos ponen en la mano cuando tenemos cinco años”.
“En esta obra hay una mujer que tiene un potus, lo mima, lo cuida, lo cambia de lugar, pero sin embargo el potus no crece, no hace falta mucho más para que los presentes se den cuenta que el potus es en verdad un hombre que está con ella hace tiempo, pero que no cambia ante ningún estímulo”, cuenta entre risas.
Buscar una respuesta
La actriz dice que en sus obras trata además de rescatar rasgos femeninos tales como la intuición. “La intuición femenina existe realmente, pero la obligatoriedad de la razón hace que nos olvidemos de usarla”, dice. Tal vez algo de esa intuición le sirvió para escribir en poco menos de un mes su otra obra (“Respondeme Roberto), nacida de sus vivencias cuando conoció a alguien con ese nombre. “Me imaginaba a Roberto frente a distintas mujeres y en distintas situaciones, y me reía mucho”, señala.
Algunas más, otras menos, las mujeres han ocupado espacios de su tiempo y de su conciencia en buscar o esperar respuestas que nunca llegaron. Por eso la particularidad de esta obra, que también encuentra buena acogida en el público masculino. Ansiedad, resignación y cuestionamientos surgen ante este personaje, que según la actriz, “todas alguna vez han conocido”. Montilla remarca además que las obras son una buena forma de acercarse al tema de los derechos de la mujer sin que sea necesario anclar en los terrenos más conocidos de la violencia y el maltrato.
Cuando sale esa mujer imaginaria, que necesita el personaje para subir al escenario, es cuando Montilla apuesta a encontrar puntos de encuentro con el espectador. “No creo en poder pararme y hacer reír con cualquier cosa. Trabajo para eso, me dedico”, reflexiona, y señala que “poner a la mujer como eje central de mis obras siempre me dio resultado”. “No me cabía el humor que hacían otras mujeres y eso que eran muy grosas. Por eso decidí armar algo que fuese mío”, recuerda, y anhela que cada mujer pueda experimentar lo mismo que ella cuando logró reconocerse. “Me siento un canal que provoca sentimientos en el público”, argumenta, y dice no hacerse cargo si después de ver la obra, “algún hombre escucha un reclamo”. “Hay que actuar con las herramientas que tenemos, ponerle energía femenina a las cosas, porque a este mundo aún tan masculino, hasta ahora no le fue tan bien”, finaliza.
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