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domingo,
01 de
abril de
2007 |
La magia
del eslogan
Me siento muy humillado cada vez que tengo que abandonar un lugar de esparcimiento como el bar que frecuento para cumplir con la penitencia de permanecer parado en plena calle para poder fumar un cigarrillo. No se llega a una medida de esta naturaleza sin antes sacar de la galera publicitaria algún eslogan que la justifique, y en la especie la invención de la artificiosa figura del “fumador pasivo” ha obrado el milagro. Comenzando por su reconocimiento por parte de los gobernantes, ya que el propio ministro de Salud de la Nación temerariamente ha lanzado cifras estadísticas de fallecimientos atribuibles a este indemostrado fenómeno, a contrapelo de la jurisprudencia que lo ha desestimado por carecer de sustento científico. Y empíricamente lo desmiente la inmensa legión de gastronómicos que lleva décadas compartiendo el ambiente con el público fumador sin presentar diferencia de salud pulmonar con otras actividades. Todo lo cual echa por tierra cualquier especulación tendiente a alarmar sobre los riesgos sanitarios de la cercanía de fumadores. En última instancia: ¿por qué no se habilitan locales aptos para fumadores con la debida especificación que los diferencie de los “puros”? No deben olvidar los gobernantes que según sus propias estadísticas el 33 por ciento de la población fuma.
Simón Chemes
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