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sábado,
17 de
marzo de
2007 |
Repetidores, los expulsados encubiertos
No logran aprobar el año, y por esa razón sus propios colegios no los aceptan
Marcela Isaías / La Capital
“Los repetidores van a la tarde”. Esa fue la respuesta categórica que escuchó la mamá de Juan luego de que se enterara de que su hijo, de 15 años, se había quedado en 9º de la EGB. Peor aún, la escuela —una técnica pública de Rosario— cambió de idea y al final le negó la inscripción argumentado “falta de cupo”. El caso de Juan no es único, es apenas un ejemplo de cientos que por esta época del año se reiteran. Desde el Ministerio de Educación se asegura que no se avalan estas medidas, pero desde la Defensoría del Pueblo se advierte que los casos se multiplican y nada se hace para que esto cambie. Mientras tanto, los chicos son víctimas de una práctica expulsiva naturalizada que ocurre ante los ojos de todos.
El panorama toma cariz de drama cuando se consideran los datos oficiales que indican que el 13 por ciento de los adolescentes no logra pasar el 8º año de la EGB en tiempo y forma, o peor todavía: de cada 100 que ingresan a este año, sólo egresan 22; dato del Ministerio de Educación de la Provincia de Santa Fe tomado de la cohorte de alumnos que ingresaron a 8º año en el 2001 y terminaron el polimodal en el 2005.
“Igual que a alguien con una enfermedad contagiosa, así sentí que trataron a mi hijo”, dice Marta, la mamá de Juan. Sin embargo, la sorpresa no quedó en la negativa a reinscribirlo. “Comencé a buscar desesperadamente banco, y me volqué a la educación privada, llamé a casi todas las escuelas católicas (del macrocentro), todas, las más conocidas, y la respuesta fue siempre la misma: repetidores no tomamos”, cuenta Marta con cierta desazón, ya que confiaba en el espíritu cristiano de estas instituciones a la hora de recibir a su hijo Juan.
Le ofrecieron un banco en una privada no confesional, “pero con una cuota mensual de 200 pesos, algo imposible para mi bolsillo”, dice la mamá.
Finalmente, lo admitieron en una escuela privada que funciona como una cooperativa. “Primero pensé en ir al ministerio, a la Justicia, pero el apuro era no dejar a mi hijo sin escuela, además siempre está el temor de que luego tomen represalias contra él”, confiesa Marta.
Opinión oficial
“De ninguna manera la normativa vigente admite que no se tomen a los repetidores”, dice categórico el director de la Región VI de Educación provincial, Humberto Cancela. Enseguida explica que muchas veces se presenta “un conflicto orgánico a las escuelas que no tienen cupo, de elegir entre los que repiten y nuevos alumnos. Considero que debería privilegiar a los repetidores, esto tiene que ver con nuestra política de una escuela más inclusiva que invita a hacerse cargo de los repetidores”.
O bien el argumento se encuentra en la necesidad de “buscarle una mejor escuela para que ese chico aprenda”, dice el funcionario al referirse a los casos de alumnos que cursan varias veces el mismo año en un mismo establecimiento sin alcanzar un cambio.
Según Cancela, no anotar a los repetidores “es propio de muchas escuelas privadas que tienen sus propias reglas, que por otro lado los padres aceptan, aunque las mismas (en lo que se refiere a no inscribir a repetidores) no tengan validez para el Ministerio”. El director regional no dejó afuera de la discusión a muchas instituciones públicas “que basan su trayectoria y prestigio en no aceptar a quienes se quedan de año”.
Por lo pronto asegura que los padres pueden presentar sus reclamos ante la supervisión y el ministerio ante estas situaciones de injusticia.
Visiblemente ofuscada, la responsable del área de educación de la Defensoría del Pueblo de la provincia de Santa Fe, Viviana Della Siega, advierte: “Cada uno puede decir lo que quiera, pero la verdad es que la situación es igual todos los años: recibimos decenas de quejas porque en las escuelas se niegan a aceptar a los chicos repetidores”.
En el 2005, el defensor del Pueblo de Santa Fe, Carlos Bermúdez, presentó un pedido de informes al Ministerio de Educación provincial, cuestionando el derecho de admisión que se atribuyen muchas escuelas, aún del orden público, y privadas que son subsidiadas por el Estado.
“El informe nunca fue respondido por el ministerio, la prueba está en que el hecho no cambió en nada y cada escuela hace lo que quiere”, dice indignada Della Siega, para quien esta práctica ya naturalizada “profundiza las diferencias entre las llamadas escuelas buenas y malas”. Además, puso en duda “cómo hacen las escuelas y profesores que se dicen defensores de la educación pública y democrática para sostener esa idea cuando son los que expulsan a sus propios alumnos”.
También en el 2005, la diputada por el socialismo Lucrecia Aranda presentó un pedido de informes al Ejecutivo provincial para que aclare cuáles son los criterios de inscripción de los alumnos a las escuelas, en clara referencia a las que dejan afuera a los repetidores. “Si bien hay 40 días para contestar estos pedidos, el mismo nunca fue respondido”, dice Aranda al ser consultada por La Capital.
La historia de Francisco es diferente. Se quedó en el primer año del polimodal en una escuela privada de Rosario. “No pude sacar las materias, son muy exigentes en esa escuela y la prueba está en todos los que repiten año a año”, dice el alumno que hoy tiene 17 años y cursa el 2º año del polimodal en otro colegio.
Pasa que en la escuela de Francisco los padres debieron firmar un reglamento en el que, junto al horario de entrada y las características que debe reunir el uniforme, se les comunica que si el hijo repite el año no será reinscripto.
“Es verdad que lo sabíamos de antemano”, asegura la mamá del joven, y que en el deseo de que lo inscriban “todo se acepta”. Dice que “la vida familiar ha cambiado, los padres no estamos todo el día en casa y muchas veces dejamos que las horas de estudio las organicen nuestros hijos, y esto no siempre resulta”. De alguna manera, la mamá introduce otra variable: el rol de los adultos en los aprendizajes.
La práctica de no inscribir alumnos repetidores y no hacerse cargo de los propios estudiantes es generalizada y conocida por propios y extraños al área educativa. Y, a decir verdad, invita a las instituciones a mirarse a sí mismas, en sus discursos y en sus prácticas.
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Discriminados por no pasar de año. Así se sienten muchos chicos y familias que deben deambular en busca de un banco para estudiar.
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