Algunos boliches que todavía la pelean

Hay reductos emblemáticos en El Charigüé. Uno es el de Chacho, que ofrece su parrilla y un espacio bajo un quincho para comer. "Este es el típico boliche de campaña, donde los nutrieros -cazadores de nutrias- se abastecían y seguían viaje", recuerda su titular, Julio Enrique, próximo a cumplir 80 años y con más de 35 años viviendo allí.

"El tema es que no hay pescado y la lancha de pasajeros no pasa más. Eso nos perjudicó mucho. Incluso cuando hay una urgencia por enfermedad, si no fuera por la policía o la solidaridad de los vecinos estamos perdidos", reflexionó con lucidez Chacho.

Junto a su mujer, Ermenegilda, expende bebidas y artículos de almacén. "A la tardecita algunos puesteros se acercan para jugar a las bochas o a los naipes", describe.

Aguas arriba del canal, se encuentra el que fuera el famoso parador de Joaquín Orellano, de 80 años, y conocido como Taco. "La última tormenta me llevó las chapas y desarmó el parador. Estoy esperando cobrar la jubilación para reactivarlo", se esperanza, a pesar de que el lugar pareciera necesitar mucho más inversión que la estimada por Taco. De aspecto recio, cuando fluye el diálogo, se ablanda. "Acá amanecíamos tocando la acordeón y la guitarra y armábamos festivales de folclore con grupos en vivo". Y coincide con su vecino: "Ya no hay nutrias ni pescado, no sé qué pasó. Con esto de la veda la actividad disminuyó y estamos medio parados porque no hay gente", reseñó.

El que aún mantiene una fiel clientela y sobresale del resto es el boliche de Hortensia, o popularmente conocido como Lo de la Chilena. El espacio gastronómico se destaca por sus empanadas picantes. "Aquí tenemos capacidad para 80 personas y la comida es muy buena. Vienen quienes pueden amarrar con sus embarcaciones privadas y recibimos mucha gente. Nos caracteriza la simpleza del espacio, pero manteniendo la fisonomía que nos rodea", dijo su titular, Ricardo Busano, quien reconoce que El Charigüé "está un poco caído. Habría que cuidar un poco más el lugar".