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lunes,
22 de
enero de
2007 |
Viajeros del tiempo
Inundados, robados y manoseados. Todavía no es posible saber qué fin han tenido los cientos de miles de pesos que donó el gobierno nacional, algunos gobiernos del interior, el propio fisco santafecino y el de las suscripciones populares que se levantaron en toda la provincia con el filantrópico objeto de ayudar a las víctimas de la últimas inundaciones en San Fe. No hay forma de que el gobierno provincial publique las cuentas de lo recibido e invertido, y mientras tanto es público y notorio que esos recursos se distribuyeron caprichosamente, encariñándose en favoritismos odiosos, pues mientras para algunos sobraban las ayudas, para otros no había ni un triste pan que darles. Hay más: se ha hecho política a la sombra de aquellos grandes infortunios y algunos jefes políticos sólo auxiliaban a la gente que se decía partidaria del oficialismo.
¡Infieles! Los curas de pueblitos recién creados, de escasa población, de colonos pobres, desprovistos todavía de esa fe forrada de vanidad que levanta templos y engorda sacerdotes, se quejan en este tono: "¡Qué gente, Señor! Vienen a buscar al cura para bautizar a una criatura o ayudar a un moribundo y uno viaja una o dos leguas en un carricoche de mala muerte, por caminos deshechos, y cuando uno les pide dos pesos, una miseria, ¡se resisten a pagar! Los casamientos podrían dar algo, si no fuera por el registro civil, que a muchos basta, ¡y creen, Señor, que es lo mismo! Sin contar la cantidad de matrimonios que se forman en el campo y que viven y se multiplican sin esto siquiera. ¡Infieles!".
Una iniciativa loable. El 6 de enero es la fiesta que esperan todos los niños ansiosamente, sobre todo los niños pobres, cuyas cabecitas forjan sueños de alegría que la fría realidad de la miseria de sus familias se encarga de desvanecer con rudeza dolorosa. Aparte de las iniciativas generosas de un par de casas de comercio que ese día reparten gratis juguetes y masitas a esos niños, el Rosario no proporciona el espectáculo simpático y alegre de organizar el Día de Reyes una gran fiesta de caridad en beneficio de las criaturas pobres. Pero como no faltan aquí los sentimientos de afecto y amor por la niñez sin recursos, hacemos un llamado a nuestra juventud para que organice un gran bazar en el que las niñas de nuestra sociedad distribuyan gratis a todos los niños pobres de la ciudad juguetes, confites y masitas. ¡Cuánto se alegraría el alma de esos pequeñuelos si se hiciera realidad este pensamiento!
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