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 lunes, 22 de enero de 2007  
Reflexiones
Revisando la historia

Oscar Lamberto (*)

La decisión de dos jueces federales de investigar, uno, el accionar de la Triple A, el otro, tres decretos del gobierno constitucional de Isabel Perón, ha puesto en la tapa de los diarios hechos de la historia siniestra que nos tocó vivir a los argentinos en la década del setenta.

Entre 1973 y 1976 se pasó de la esperanza a la frustración, de la alegría al miedo, del crecimiento económico a los planes de ajuste, de la fe en la democracia a la indiferencia y hasta al beneplácito de una parte importante de la población con el golpe militar.

Con la muerte del general Juan Domingo Perón las disputas por el poder entre los grupos de la derecha armada y de la izquierda revolucionaria se resuelve literalmente a los tiros. El valor de la vida era muy poco, las muertes violentas se publicitaban y se explicaban en los medios periodísticos de cada grupo. Por otra parte, los medios masivos mostraban diariamente, con fotos desgarrantes, la cara del horror.

Hoy vemos que muchos quieren reescribir la historia, algunos desconociendo los hechos y circunstancias, y otros tergiversándolos, como si se quisiera esconder una parte para lograr un juicio condenatorio de los actores políticos de la época y en el fondo denostar al propio general Perón.

Quizás la obra de Osvaldo Soriano "No habrá penas ni olvido" sea la que mejor describa la realidad de esos años, cuando en la pelea por la ocupación de un pueblo imaginario llamado Colonia Vela, jóvenes peronistas se enfrentan, en una verdadera batalla, con grupos de la derecha vinculados con la policía bonaerense. Lo tragicómico es que los dos lo hacen al grito de "la vida por Perón".

El grueso de la población en general y de los adherentes al peronismo en particular eran meros espectadores de la confrontación de grupos elitistas y mesiánicos, cada cual convencido que tenían el patrimonio de la verdad. La sensación de caos y de debilidad política fue la excusa esgrimida por los militares, los grandes grupos económicos e intereses extranjeros para someter al país a la peor de las dictaduras.

La pesada herencia del proceso militar condicionó por años el funcionamiento pleno del sistema democrático, pero a casi un cuarto de siglo de plena vigencia de las instituciones de la República, y habiendo pasado por crisis profundas, por diferentes propuestas económicas, en la mayoría de la población han ido afirmándose algunos conceptos que pueden conformar un país distinto.

El derecho a elegir periódicamente a los gobernantes por el voto popular, la estabilidad económica, la posibilidad de disentir, la tolerancia con distintas formas de vida o con otras maneras de pensar, son muestras de cómo se está edificando otra sociedad.

Quedan problemas crónicos por solucionar como la desigual distribución del ingreso y aparecen otros muy graves, antes desconocidos, como el narcotráfico y la inseguridad cotidiana, pero se construye mirando hacia delante. Una nación es la suma de aciertos y errores, donde se mezclan grandes estadistas con pequeños personajes, cada uno tiene el derecho de elegir al que más le gusta, rendirle honores o criticarlo, discutir sus acciones o su pensamiento pero no se puede manipular la historia para justificar acciones del presente o lo que es peor usarla para la venganza de viejos odios.

(*) Diputado nacional (PJ)
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