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 domingo, 21 de enero de 2007  
[Lecturas]
Un mundo cínico y brutal
Novela. "El cerebro de Kennedy", de Henning Mankell. Tusquets Editores, Buenos Aires, 2006, 340 páginas, $ 46

Carlos Roberto Morán / La Capital

La vida del escritor sueco Henning Mankell, el autor de la serie del inspector Wallander, sería digna de una novela. Casado con una de las hijas del director Ingmar Bergman, pasa con ella la mitad de su vida en Maputo, capital de la africana Mozambique, donde dirige el teatro oficial Avenida.

Su vinculación con el mundo africano es pues muy intensa, inusitada para un habitante del Primer Mundo. En su narrativa Mankell no se ha limitado al policial, aunque es su fuerte, y parte de su obra ha venido refiriendo a la realidad africana, cada día que pasa más terrible y también más ignorada y olvidada por Occidente.

En rigor, ¿a quién le interesa hoy Africa y sus habitantes?, se pregunta Mankell en su más reciente novela, “El cerebro de Kennedy”, en el que de manera muy clara mezcla ficción con realidad, buscando denunciar el latrocinio que, hoy desde los poderes económicos y políticos, sigue ejercitando el hombre blanco sobre las masas enfermas, hambreadas y olvidadas de los africanos que en su gran mayoría sólo sufren humillaciones, cuando no matanzas. Algo que ocurre todo el tiempo en muchos de los países del llamado Continente Negro, y sobre lo que poco o nada informan los medios occidentales.

Es lo que en la novela va descubriendo la arqueóloga sueca Louise Cantor, quien al visitar a su hijo Henrik en su departamento de Estocolmo se lleva la terrible sorpresa de encontrarlo muerto.

Suicidio, dice la policía al comprobar que el joven había ingerido gran cantidad de somníferos. Para Louise la respuesta es insuficiente y eso la lleva a sospechar que en realidad a su hijo lo han asesinado.

Su siguiente paso será el reencuentro con el padre de Henrik, Aron, a quien ubica en Australia. Luego, reconstruir el derrotero del joven muerto del que, con sorpresa creciente, sus padres casi nada conocían. Así emprenderán un doble viaje: el físico, que los llevará a distintos sitios, y el “filial”, porque irán develando los secretos de su hijo que llevarán a Louise al corazón de Africa.

A Louise y no a su ex marido, porque él desaparecerá, súbitamente. Louise se sabrá sola y casi con seguridad perseguida por desconocidos que no desean que ella llegue a los misterios a los que accedió Henrik y que presuntamente provocaron su muerte. Misterios que equivalen al cerebro del presidente asesinado sobre el que, según se afirmara años atrás, habría sido sustituido por otro, menos dañado por las balas.

Como John Le Carré en “El jardinero fiel”, Mankell en su última novela, arremete contra la industria farmacéutica, contra quienes utilizan como cobayos a africanos pobres para suministrarles medicinas experimentales. Por medio de un periodista el escritor se define con toda claridad al sostener que el Sida en Africa fue difundido por medios artificiales para exterminar a la raza negra. A tanto llega su visión radical, quizás tremendista, de una situación penosa y explosiva.

Porque en Africa el sida es una pandemia que arrasa con millones de seres humanos. Según un informe actual de la BBC, en ese continente hay casi 25 millones de infectados y mueren seis mil por día. Esta es la realidad que busca transmitir Mankell a través de su novela, y es también lo que se le va aclarando a Louise en sus incursiones por distintos lugares de Mozambique. Así, la arqueóloga terminará conociendo una clínica manejada por un blanco, Christian Holloway, en la que asisten a enfermos de sida en fase terminal. Pero donde, en realidad, se realizan prácticas aberrantes.

A esas sospechas llega Louise pero sin tener pruebas. El final de la novela la encontrará de nuevo sola, en un aeropuerto, probablemente dispuesta a continuar con su investigación, en tanto el lector sabe que alguien, un desconocido, ha seguido sus pasos. Como si Mankell nos quisiera decir que esta historia no concluye porque no puede concluir. Que hay más para indagar en torno a estos momentos tan brutales y cínicos con los que nos toca convivir.
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