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sábado,
11 de
noviembre de
2006 |
Condena por el
macabro crimen
de un ciruja
El crimen de Luis María González fue el macabro final de una reunión entre amigos que un sábado a la tarde se juntaron a tomar vino en los confines de Puente Gallego. Llevaban horas jugando al truco cuando dos de ellos empezaron a acusarse mutuamente de espiarse las cartas. En la pelea intercedió Roberto Pereyra, un changarín que descargó varios puntazos sobre la víctima. Para deshacerse del cuerpo, luego lo descuartizó y lo arrojó a un basural donde se alimentaban unos cerdos. Pero a los restos lo encontraron y él confesó en detalle los incidentes de aquel día. Por eso, ahora fue condenado a 8 años de prisión.
La jueza de Sentencia Carina Lurati le impuso a Pereyra la pena mínima del delito de homicidio luego de descartar que la borrachera que tenía la noche del crimen le impidió comprender lo que hacía. No obstante, consignó en favor del changarín de 45 años cómo eran sus condiciones de vida antes de quedar preso: su medio de vida (el cirujeo) y su grado de instrucción (cursó hasta sexto grado) fueron algunos de los atenuantes que tuvo en cuenta al decidir la pena.
A la víctima del crimen le decían Gonzalito. Llevaba una vida itinerante y dormía donde lo encontraba la noche en la zona de ranchos de Ovidio Lagos al 8000. Vivía de lo que cirujeaba y casi siempre andaba borracho.
El sábado 7 de mayo de 2005 González se juntó con unos vecinos a tomar vino y jugar al truco en la casa de Atlántida 8992. Empezaron a las 16 y continuaron hasta entrada la noche. Estaban Roberto Pereyra, Ernesto Neto Robledo, Maximiliano Pepo Alderete y Carlos Gómez. La discusión empezó entre Robledo y González, quienes se acusaron mutuamente de espiarse las cartas. Cruzaron algunos golpes hasta que el dueño de casa intentó separarlos y como respuesta recibió un empujón de la víctima.
Golpes y cuchillazos
Entonces Alderete (quien fue exculpado por inimputable) tomó una barra de hierro y le aplicó dos golpes en la cabeza a González, quien se reincorporó e e intentó agarrar un cuchillo para defenderse. Pero Pereyra manoteó antes un Tramontina, lo arrinconó contra la pared y descargó sobre él varias puñaladas. Con el changarín desvanecido, los hombres debatieron cómo deshacerse del cuerpo: "Nos quedamos hablando para ver qué hacíamos con Gonzalito, que no se movía para nada", declaró Pereyra.
Finalmente, lo llevaron en una carretilla hasta el pie de un árbol. En ese momento, a Pereyra se le ocurrió que si cortaban el cuerpo en pedazos no lo iban a encontrar más y lo descuartizó con un machete. Después arrojó los restos a una basural donde se alimentaban unos cerdos, con la intención de que se comieran el cuerpo y desaparecieran las pruebas.
Pero el domingo a la tarde, un hombre que trabajaba en un horno de ladrillos de Piriápolis al 8900 descubrió una cabeza humana en el lugar y llamó a la policía, que identificó a la víctima por sus huellas dactilares y tras contactar a familiares.
Pereyra fue apresado junto con otras personas a raíz de la declaración de una vecina que escuchó la discusión. El imputado contó en detalle el incidente y cómo descuartizó a la víctima. La jueza Lurati determinó que González ya había muerto cuando lo trozaron. Y en el mismo fallo, absolvió por falta de pruebas a Robledo y Gómez, quienes en primer término habían sido acusados de colaborar en el encubrimiento.
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