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 sábado, 11 de noviembre de 2006  
Yo creo: "Es tiempo de nuevas ideas del sur"

Pedro Squillaci / La Capital

Ideas del Sur cumplió una década en la televisión argentina. En esos años hubo cinco presidentes en una semana, cacerolazos e incertidumbre popular, Menem desbarrancó, De la Rúa se fue en helicóptero, Kirchner trajo una primavera con más frío que soles, y Tinelli se mantuvo en un veranito permanente. ¿Marcelo presidente? No, nada de eso. Lo cierto es que Marcelo Hugo Tinelli, el periodista deportivo que decía "pum para arriba" en sus comentarios, trasladó esa frase a su vida y a la pantalla chica. El balance de los diez años en esta productora, que se convirtió en la más poderosa de la TV, evidencia que Ideas del Sur cambió a la televisión argentina. Lo que habría que definir es si lo hizo para mejor o para peor. Lo mejor de Ideas pasó por el lado de la ficción. La línea imaginaria que une "Okupas", "Tumberos" y "Sol negro" trazó una bisagra en un modo de hacer televisión, por la mirada marginal y al mostrar miserias y virtudes de una sociedad que prefería limpiar los trapos sucios en casa. "Disputas" y "Criminal" también aportaron lo suyo, con erotismo y humor, en el primer caso; con polémica, en el segundo, pero dentro del mismo trazo transgresor, si vale la palabra. Ideas se adelantó en ese terreno y también lo hizo con "Ser urbano", de la mano de un Gastón Pauls que derrochó transparencia, y con la ironía bizarra de "Todo por dos pesos". Hasta ahí un paneo de lo mejorcito del conductor empresario de Bolívar. Lamentablemente, lo peor ocupa un terreno mucho más amplio. El imperio "VideoMatch-ShowMatch" dejó un efecto residual que dañó, con heridas letales, el factor calidad en el sector del entretenimiento. El formato que impuso Tinelli en horario central, primero en Telefé, después en Canal 9, y ahora en el 13, no sólo se tradujo en sinónimo de éxito, sino también en el erróneo preconcepto de que ese es "el" divertimento preferido de los argentinos. Y es tan fuerte, que hasta parece que nada o nadie puede siquiera atreverse a discutirlo, dentro o fuera de la pantalla. Con la grosería como modus operandi, con el doble sentido en primera fila y la sutileza en el patio de atrás, Tinelli va. Bailando y cantando por supuestos sueños de gente humilde, Tinelli va. Es tiempo de que venga otra tele, con otras ideas de este lado del sur.
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