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 miércoles, 16 de agosto de 2006  
Editorial
Los cambios en la policía

El desplazamiento de la jefa de la fuerza y su reemplazo por quien hasta ahora se desempeñaba como subjefe, a partir de un episodio escandaloso, sugieren una voluntad de cambio que ya ha sido expresada más de una vez en el pasado y que sin embargo nunca logró materializarse en la práctica.

Tras la vergonzosa fuga de un sujeto acusado de narcotráfico que se encontraba detenido a disposición de la justicia federal en la alcaidía de la Unidad Regional IX con asiento en Reconquista, un episodio sólo imaginable a partir de la complicidad del personal que lo custodiaba, el gobierno de la provincia tomó algunas decisiones que se interpretan como la voluntad de ponerle fin a una situación de cierto descontrol en la policía de Santa Fe e impulsar cambios en una institución desprestigiada ante la sociedad, no sólo por su incapacidad para controlar el delito sino también, y muy especialmente, por la reiteración de casos de corrupción que involucran a muchos de sus efectivos.

   En ese marco, la decisión de intervenir la jefatura de Reconquista, remover a la jefa de policía de la provincia y cambiar a los titulares de buena parte de las 19 unidades regionales con asiento en las cabeceras de departamento de todo el territorio santafesino, parecen constituir un claro mensaje destinado hacia el interior de la fuerza y expresar la idea de que, a partir de las modificaciones en la estructura de mandos, algo tendrá que cambiar en la policía para que la sociedad deje de percibirla como una institución ineficiente y burocrática, cuando no inútil y corrupta.

   Sin embargo, aun cuando debe aplaudirse la voluntad oficial de construir una policía más transparente y efectiva, tanto en la prevención del delito como en sus tareas como auxiliar de la Justicia, es prudente señalar también que no es con cambios de nombres, traslados y medidas puramente formales como los integrantes de la fuerza podrán predisponerse por fin a una auténtica renovación de sus métodos, su operatividad y sus objetivos. Para eso hace falta mucho más.

   La policía provincial necesita modernizarse, ser más eficiente y sobre todo más útil a la gente, que es a quien sirve, y para eso requiere de una conducción con voluntad política para impulsar el debate, estimular la autocrítica y mostrar el camino de los auténticos cambios, aquellos que deberían servirle a la sociedad para tener una policía mejor, y a la propia fuerza para cumplir con la misión que aquélla le asigna.

   La historia más o menos reciente registra varios intentos en ese sentido, y es justo reconocer que el actual ministro de Gobierno de la provincia es quien más ha hecho para conseguirlo desde que la Argentina recuperó la democracia, hace ya 23 años. Pero también hay que decir que ni la actual administración, ni las anteriores, consiguieron plasmar en los hechos los objetivos que se plantearon en anuncios, planes y proyectos destinados a hacer de la policía una institución útil, eficiente y efectiva.

   Como ha dicho el criminólogo rosarino Enrique Font, los recambios de personal son “pura cosmética” si sólo acaban en eso. Es lo que ha ocurrido hasta el momento, aunque el gobierno provincial está ante la inmejorable oportunidad de ir mucho más allá e inaugurar un cambio más profundo y duradero, que convierta a la policía en una institución distinta a lo que fue hasta el presente.


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