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 miércoles, 02 de agosto de 2006  
La enfermedad y sus fantasmas

"Es un hecho que muchos pacientes escriben sobre su enfermedad, generalmente grave e innombrable. No sé que nos lleva a escribir estas experiencias, pero para mí resultó terapéutico y hasta liberador. Además, es sin dudas un modo de divulgar la enfermedad para hacer aportes en materia de prevención y diagnóstico temprano", puntualiza Marta Fehrmann, de 57 años, quien recibió en el 2002 el diagnóstico de linfoma No Hodgkin.

Llegar a la verdad le costó tiempo y complicaciones de todo tipo, desde lo físico hasta lo emocional. "Soy docente y estaba haciendo una suplencia de más de 14 horas semanales; vivía estresada, apurada, no reparaba en mi persona, en nada de lo que me pasaba... Primero apareció una vasculitis en las piernas que me volvió loca por la picazón y viví de dermatólogo en dermatólogo sin soluciones. Pasaron muchos meses hasta que apareció otro síntoma de la enfermedad: una inflamación de los ganglios del submaxilar derecho y del cuello, pero yo estaba como negada y entonces iba al odontólogo para que me diera una respuesta", afirma Marta.

Así fue deambulando por distintos consultorios. "Empecé a intuir que había algo grave y fue una psiquiatra la que me incentivó a hacerme otro tipo de estudios. Llegó la consulta con un médico clínico, la biopsia de los ganglios y finalmente el diagnóstico. Cuando me dijeron que era una enfermedad crónica fue terrible. Un golpe muy duro del que de a poco me fui reponiendo", relata.

Marta se trató con quimioterapia y luego recurrió al autotrasplante de médula. En el medio sufrió varios embates en su trabajo, trámites burocráticos y trabas que la pusieron "muy mal". Lo anímico, dice, "es sumamente importante a la hora de la curación; el cáncer es psicosomático, no hay vueltas que darle", afirma.

"La escritura es una de mis terapias; me da placer, me contiene. La compañía de mis afectos es otro pilar, y también el hecho de comprender que las cosas suceden y que debemos sacar cosas positivas de ello. Se puede vivir con un problema crónico, no es imposible", manifiesta la docente.

Mientras muestra su libro al fotógrafo, habla con soltura de su problema. "El diagnóstico fue un antes y un después en mi vida, aunque suene a frase hecha".
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