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 domingo, 30 de julio de 2006  
Tema de la semana
Dos cartas de las que Kirchner debe aprender para el futuro

Dos cartas han marcado los últimos días de la política internacional argentina. La primera misiva, dirigida por el presidente Néstor Kirchner al líder vitalicio cubano Fidel Castro, enfrió las relaciones de los dos mandatarios durante la última cumbre del Mercosur en la ciudad de Córdoba. En ella se solicitaba al régimen de la isla que permitiera la salida de la cirujana disidente Hilda Molina para conocer a sus nietos argentinos. El hijo de la médica no ve a su madre y a su abuela desde hace 12 años y hoy reside en nuestro país, con lo cual en momentos de gran coqueteo de buena parte del sur del continente con Cuba, Kirchner generó un motivo de rispidez con Fidel Castro. Al parecer la decisión del primer mandatario fue dictada por su entorno más cercano en función de darle coherencia a su discurso irrestricto de defensa de los derechos humanos. Sin embargo, el jefe de La Habana transitó su paso por el país como si nada y no se expresó sobre la posibilidad de permitir a la mujer y su madre salir de la isla para reencontrarse con su familia.

  La segunda carta que tuvo grandes repercusiones políticas fue la que envió el jueves la presidenta chilena Michelle Bachelet a la presidencia por el precio del gas boliviano que nuestro país reenvía a Chile. La primera mandataria socialista del país trasandino expresó su “decepción” con la Argentina e insistió con que nuestro país no está cumpliendo con las expectativas chilenas en función de la relación estratégica que une a ambas naciones.

  A pesar de que el ministro Julio De Vido negó que se esté cobrando de más a los chilenos y argumentó que la suba se debe al incremento que ha fijado el gobierno de Evo Morales a su producto, el episodio del gas se vino a sumar a las quejas chilenas por el anuncio (que luego dio marcha atrás en lo referido a Chile) de que la nafta iba a ser más cara para los extranjeros en la Argentina. Los 5.000 kilómetros de frontera que existen entra los dos países hace muy sensible cualquier medida de este tipo, sobre todo teniendo en cuenta el gran tráfico turístico y comercial que existe entre ambos.

  La Argentina es un país acostumbrado al consignismo ideológico. De allí que una carta del tenor de la enviada por Néstor Kirchner a Fidel Castro en los mismos días en que el cubano se paseaba con Hugo Chávez por Córdoba inundando el éter de consignas es un paso importante y ético de la política internacional del presidente argentino. Es razonable que siga adelante con una causa como la de Hilda Molina, que no cabe en ninguna cabeza civilizada, teniendo en cuenta la permanente prédica kirchnerista en términos de derechos humanos. En este sentido es un giro importante, pues hasta este momento ha sido sinuoso el rumbo de la relación del país con las naciones amigas.

  La Argentina es un país acostumbrado a vivir al día, algo que no sucede en Chile, cuya economía tiene un importante grado de planificación y busca certezas. Esto explica por qué los permanentes cortocircuitos del gobierno con el país trasandino cada vez que por motivos eléctricos, de gas o de combustibles líquidos, los chilenos se ven envueltos en el particular estilo argentino.

  Vistos estos dos casos, qué bueno sería que la política exterior del país se empezara a encaminar por los rumbos alumbrados en estas dos cartas. Para que el ideologismo no quiebre lo que debería ser una constante coherencia de las posiciones argentinas y se actúe en función de lo que corresponde y no por quedar bien o mal con alguien con el cual se concuerda en la visión de las ideas políticas. La política exterior debería estar por encima de esto. Además, pensando en el conflicto de las papeleras con Uruguay, qué positivo sería aprender del ejemplo chileno y observar la elegancia y la firmeza con que tratan sus temas binacionales, sin gritos, sin cortes de ruta y con instrumentos adecuados.


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