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domingo,
30 de
julio de
2006 |
Nápoles está convertida en una "cloaca a cielo abierto"
La "bella Napoli" huele mal. En cada esquina hay montañas de basura. De las bolsas de plástico rotas asoman tomates podridos, latas y pegajosos envases de zumos. "Una cloaca bajo el cielo abierto", comentó hace poco un indignado periodista.
La región de Campania, de la que Nápoles es capital, no sabe qué hacer con los residuos: faltan incineradoras y falta espacio para abrir más.
Algunos ciudadanos indignados lanzaron sus propias iniciativas: cuando la montaña de basura se hace demasiado grande, simplemente le prenden fuego. "Lo hacemos cada tres o cuatro semanas, entonces viene la policía y la administración de la ciudad por fin se lo lleva todo", dice un vecino irritado.
En algunas calles sólo se puede circular por un solo carril, porque el otro está cubierto de bolsas de basura. A esta situación se suman las elevadas temperaturas veraniegas. Algunos expertos ya temen que entre los napolitanos se puedan extender epidemias.
"Cada edificio tiene su propio árbol donde deja la basura. Cada barrio tiene su propio infierno de olores, moscas y dioxinas del último fuego", comentó el diario La Repubblica. Incluso en el mar delante del Vesuvio nadan bolsas de plástico. "Prisioneros de la basura", tituló el diario en grandes letras.
En total, hay 6.000 toneladas de "immondizia" (residuos) en las calles de Nápoles y alrededores. También las islas de Capri, Ischia y Procida se ven afectadas.
Los basureros ya no van
"Por favor, disculpen la imagen poco digna de las calles, pero es que los basureros ya no vienen", intentó explicar la situación el propietario del hotel Residence Tirreno, en Procida.
También en el barrio napolitano de San Gennaro Vesuviano hay bolsas con desperdicios por todas partes. Cuando de repente caen unas gotas de lluvia, las bolsas se abren y los restos de comida se van por las alcantarillas junto con el agua de lluvia.
Incluso el Vaticano ya intervino. El arzobispo de Nápoles, cardenal Crescenzio Sepe, dijo en uno de sus sermones: "Esta ciudad es un regalo de Dios. Debería percibirse el olor del mar. En vez de eso, recorro la ciudad y apenas la reconozco. Debemos limpiar la ciudad por fuera, para que también esté pura por dentro".
La alcaldesa Rosa Russo Iervolino se tomó a pecho el llamamiento y prometió instalar una nueva incineradora para la ciudad. Pero la pregunta que queda es: ¿dónde? Ningún sector de la ciudad quiere albergar una instalación semejante. Cada intento fue impedido hasta ahora con manifestaciones y bloqueos de calle de los vecinos.
Y eso que el servicio de recogida de basura cuesta a la gente en Nápoles mucho dinero: por un departamento de 70 metros cuadrados, los habitantes tienen que pagar 196 euros (casi 250 dólares) al mes por este servicio. (DPA)
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