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 domingo, 30 de julio de 2006  
El cazador oculto: "Una semana no apta para cardíacos"

Ricardo Luque / Escenario

Anochecer de una semana agitada. El Reino. ¿Se acuerdan? El boliche darky que, en pleno paroxismo de la fiesta menemista, emuló a la emblemática Limelight de New York. Sí, una disco en una vieja sinagoga, con música ligera y una marea chicos cool, esos que inundan las raves botellita de agua mineral en mano y el cerebro hecho un licuado de banana. Ahí, como única soberana, está Guillermina Ygelman, con las energías succionadas por un agujero negro, cada día está más flaca, más morocha y más misteriosa, tanto que de madrugada, en penumbras, se erige como una inesperada dominatrix. Pero la fiestita de Atypica fue el último escalón de ese descenso a los infiernos que fue la última semana de julio. Todo empezó la noche del martes con el lanzamiento de la Expo Sabores del Vino en el Museo del Diario. Invitaba Augusto Saracco, que insistió con su look week-end (campera marrón, pantalones de corderoy, zapatillas de diseño) y su eterna sonrisa de New Jersey. "Parece un vendedor de autos usados", disparó mordaz una rubia de formas voluptuosas y risita de hiena que supo conducir un programa de cable y ahora es ejecutiva de revistas. La historia siguió al día siguiente en el Rosario Golf, donde Giorgi presentó su nueva concesionaria Volvo. Un encuentro súper VIP que a la distancia, empañado por la bruma que bañaba los links del elegante club de Fisherton, parecía la última cena del Titanic. Cómo será que hasta Pico Carreras, un dandy intachable, tenía la vista perdida en el horizonte mientras escuchaba el dulce sonido del whisky on the rocks. Esa misma tarde, cuando el ajetreo de la city había bajado a cero, abrió sus puertas el Office Club del Mercurio. Un after inspirado por Abelito Suriani, un joven que, empecinado con andar engominado y vestido de etiqueta, luce como un artista de "Grandes valores del tango". Batió el récord de hombres de saco y corbata por centímetro cuadrado del planeta. Por fortuna, cuando los niveles de testosterona estaban a punto de alcanzar la riesgosísima zona roja, en los altos del CEC se habilitó ese oasis de música y relax que Pichi de Benedictis (¿era Pichi o el abuelito de Heidi?) bautizó "Músicos en el living". Un lugar manso y tranquilo al que Sonia Marchesi, una gigante en un mundo de enanos, llegó a bajar el estrés del noticiero de Telefé. ¿O fue por otra cosa?
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