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jueves,
18 de
mayo de
2006 |
ANALISIS
Una novela que estaba escrita
Mauricio Maronna / La Capital
Todo se cumplió como estaba previsto. Lo único que alteró la táctica diseñada en la Casa Rosada es que el encuentro entre Néstor Kirchner y Carlos Reutemann no se produjo en el Tango 01 sino en el despacho presidencial.
La frenética necesidad de buscar cadáveres políticos a cada paso condujo al error a muchos periodistas destacados en Balcarce 50 que, rápidamente, salieron a buscar víctimas y a engullirse una operación de prensa que mostraba que el presidente le había bajado el pulgar a Agustín Rossi, ungiendo como candidato a gobernador a Reutemann. El mismo que hace pocos días había sido condenado al descenso por no estar presente cuando se anunció la futura puesta en marcha del tren bala.
Kirchner y Reutemann hablaron de política y repasaron la realidad de Santa Fe que, en las últimas elecciones, marcó un contraste estentóreo: el Estado que más contribuyó al crecimiento macroeconómico encontró al partido de gobierno padeciendo la derrota.
Reutemann se pregunta -y le habrá preguntado al santacruceño- quién toma las decisiones políticas en un distrito que lo sigue manteniendo -junto a Hermes Binner- como principal referencia en todas las mediciones, pero que luce desalambrado y cruzado por la visita de operadores nimios, ignotos o insignificantes que sacan la chapa de la Presidencia de la Nación. Kirchner cree que es momento de acumular por izquierda, centro y derecha pero sabe (al igual que cualquier dirigente con sentido común) que sin el Lole como postulante las chances del Frente para la Victoria (léase justicialismo) las acciones electorales pueden volver a desplomarse.
Kirchner puso de moda la palabra "concertación", en un mensaje directo al corazón de la centroizquierda y, específicamente, del Partido Socialista. Afortunadamente para los peronistas paladar negro de Santa Fe, Binner parece no querer traspasar la delicada línea roja que divide al oficialismo del "apoyo crítico". Rubén Giustiniani marcó la cancha dejando en claro que el lugar está en la vereda de enfrente.
Cuando se hizo noche en la Capital Federal, Reutemann se mostraba exultante: nadie sabe si por el resultado de la reunión con Kirchner o por los 25 años que se cumplieron ayer de su último triunfo en la Fórmula 1. El despacho presidencial no es un mal lugar para mantener vivo el síndrome del podio.
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