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jueves,
18 de
mayo de
2006 |
Reflexiones
Brasil: el gigante jaqueado
Andrés Oppenheimer
El país más grande de América latina está en un estado de conmoción: de la noche a la mañana ha visto perder su condición de líder regional para convertirse en una nación a la defensiva, crecientemente vulnerable a medidas hostiles de vecinos populistas como Venezuela y Bolivia.
Llámenlo un gigante cercado, si quieren. Mientras Venezuela está eclipsando a Brasil en la escena regional, la reciente decisión del presidente boliviano Evo Morales de nacionalizar su industria del gas, que provee cerca de la mitad del consumo de gas de Brasil, ha dejado atónitos a los brasileños. La compañía petrolera estatal de Brasil, Petrobas, invirtió 1.500 millones de dólares en Bolivia, y era el mayor inversionista extranjero en ese país. Y ahora los brasileños temen una interrupción en el suministro de gas boliviano o que el 60 por ciento de aumento que exige Bolivia para continuar su abastecimiento les afecte directamente sus bolsillos.
Casi todos los taxis y muchos automovilistas brasileños tienen instalados tanques de gas natural en sus automóviles, para evitar usar combustibles más caros. El ex canciller brasileño Celso Lafer me dijo en una entrevista que no había visto "en muchas décadas" una consternación general por un tema de política externa como la actual. "El tema va más allá del dinero", señaló.
"Cuando tienes a Morales ocupando instalaciones de Petrobas en Bolivia con los militares, designando de prepo un nuevo consejo de directores de Petrobas, y acusando a Petrobas de actuar ilegalmente, estás hiriendo el orgullo nacional de Brasil. Petrobas es parte de la cultura nacional de Brasil", dice Lafer.
La prensa brasileña culpa casi unánimemente al presidente Luiz Inácio Lula da Silva por no haber anticipado la crisis, y por haber sido demasiado blando con Bolivia tras el anuncio de la nacionalización. Lula, un izquierdista moderado que va a necesitar a sus electores de izquierda para ganar las elecciones presidenciales de octubre, inicialmente apoyó la nacionalización del gas de Bolivia.
"Lula para presidente... de Bolivia", rezaba el titular de una de las muchas columnas críticas de Lula en el diario O Estado de Sao Paulo. Veja, la revista de noticias mas leída de Brasil, muestra en su portada a Lula con un dibujo de un zapato chorreando petróleo en su trasero. El titular de la portada dice: "Lula se fue a dormir como el gran líder de América latina, y se despertó como el bufón de la corte del venezolano Hugo Chávez, quien planeó el robo de los activos brasileños en Bolivia".
Existe un convencimiento generalizado en Brasil de que la decisión boliviana fue tomada en Cuba, con la ayuda técnica de Venezuela. Morales anunció su nacionalización del gas el primero de mayo, horas después de su regreso de La Habana, donde pasó el fin de semana reunido con Chávez y el presidente vitalicio Fidel Castro.
Un 88 por ciento de la población de Bolivia apoya la nacionalización del gas, según una encuesta de Ipsos. Los analistas políticos brasileños están estupefactos ante la repentina pérdida de influencia de su país en la región, y por las crecientes amenazas provenientes de sus fronteras sur y norte. En los últimos meses, casi todas las grandes iniciativas regionales, incluyendo planes para la creación de un gigantesco oleoducto que iría desde Venezuela a Argentina, un banco regional de desarrollo de Sudamérica, y una alianza de defensa de América del Sur al estilo de la Otán, han venido de Venezuela. Aunque pocos creen que alguno de estos proyectos verá la luz del día, lo cierto es que Chávez ha desplazado a Brasil como el centro de atención de la región.
"No hay un sólo país latinoamericano que haya salido a defender a Brasil en esta crisis", me dijo el ex embajador de Brasil en Washington, Rubén Barbabosa. "El gobierno (brasileño) ha invertido tanta energía en los últimos años en convertir a Lula en un líder mundial, por ejemplo haciéndolo ir cinco veces al Africa, que ha descuidado su propio vecindario", añadió.
Mi conclusión: Lula estará, por los próximos meses, con las manos atadas. Si arremete contra de Morales y Chávez, antagonizará a su base de izquierda y puede perder las elecciones de octubre. Si no lo hace, seguirá siendo criticado de anteponer sus simpatías ideológicas a los intereses nacionales de su país. Lo más probable es que, hasta octubre, Lula pondrá la otra mejilla, y Brasil continuará siendo eclipsado por Venezuela. Pero si es reelecto, no me extrañaría que Lula resurja como un líder de la izquierda responsable latinoamericana. Brasil es un país demasiado grande, y demasiado orgulloso, como para resignarse a ser un gigante cercado.
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