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miércoles,
05 de
abril de
2006 |
Viajeros del tiempo
Rosario 1900-1905
Inmunidad sanitaria. Hemos presenciado en una estación de ferrocarril cómo se entregan los boletos de inmunidad que sirven para ingresar al andén, para irse o quedarse, es decir, tanto para un fregado como para un barrido: el empleado que "inmuniza" al "pedigüeño" autorizándolo para salir del Rosario, se las arregla para no levantarse de la silla y examina al bípedo implume que tiene delante simplemente mirándole si tiene o no bubones en la cara, justamente el lugar donde nunca aparecen. Está bien que el negocio de los bubones siga su curso, que se macanee con los análisis bacteriológicos -un medio de entretener el ocio como cualquier otro- y que siga la farsa pestífera, pero ¡por los clavos de Cristo!, ¡manden a mudar a esos boleteros y al vigilante controlador del andén porque eso es bufo de acá hasta la pared de enfrente!
Inscripción. Un paisano se presenta en la oficina del Registro Civil: -¿Está el cura? -¿Qué cura? -Bueno, el que manda aquí. -¡Ah!, el jefe, ¿qué es lo que quiere? -Aquí traigo este muchacho pa' que lo eche en los libros. -¿Es hijo suyo? -¡Mio es! ¿Y diái? -Nada, hombre. ¿Cómo se llama? -Como su abuelo: Ruperto Indalecio Clementino... -¡Basta de nombres! ¿Y el apellido? -El de su madre: Sosa. -¿Qué, no tiene padre? -¡No tendrá! ¿Y a usté qué l'importa? -Bueno, ya está anotado. -¿Cuánto vale? -Nada. -¿Y no l'echan agua con sal al muchacho? -Acá no. Si quiere vaya a la iglesia... -¡La pucha que son herejes!...
Huelga de cocheros. La huelga de cocheros redundó en perjuicio de las familias asiduas al parque Independencia, cuyas avenidas se vieron escasamente concurridas. También nuestras calles principales aparecían desiertas y hasta los pasajeros de los ferrocarriles tuvieron que viajar con sus equipajes en los tranvías. ¿Hasta cuándo se prolongarán estas molestias?
Las propinas. Cuando los dueños de bars y confiterías necesitan un mozo, se dirigen a un agenciero que les manda al primero que encuentran y al que le cobran una comisión de cinco pesos. Luego este servidor se presenta en la casa con su correspondiente certificado de buena conducta y se le da el empleo, cuyo sueldo es de 25 pesos mensuales. Ahora bien, un articulista del diario El Mensajero sostiene que a los mozos no hay que darles más propina pero ¿quién puede vivir sólo con un sueldo de $ 25? Además, suele ocurrir que algunos clientes se van sin pagar y después los mozos deben cubrir de su bolsillo las cuentas, así que pedimos un poco más de consideración por un gremio cuyo lema es la honradez aunque siempre los tengan como la última carta de la baraja.
Investigación y realización Guillermo Zinni. Ver La Capital de 1900, 1903 y 1904.
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