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 sábado, 11 de febrero de 2006  
Cuento del tío. Asaltan a una pareja en su vivienda de Granadero Baigorria
Una mentira y muchos golpes para robar los ahorros de un matrimonio
Dijeron ser amigos del hijo de los dueño de casa. Simularon una escena familiar con besos y abrazos y así lograron ingresar. Tras amenazar y pegarle a la pareja, les quitaron 9 mil dólares, 13 mil pesos y joyas de oro

Leo Graciarena / La Capital

Llegaron como una familia que va de visita. "¿Cómo le va? Nos mandó el Ariel", le dijeron a Angela, la mujer de 67 años que estaba por guardar el auto en el garaje de su casa de Granadero Baigorria y que tiene un hijo con ese nombre. Eran cinco personas, cuatro hombres y una mujer. A los besos y con saludos fueron llevando a Angela hacia adentro de la casa. Al ingresar a la cocina se presentaron con Ernesto, el esposo de la mujer, de 75 años. Pero la cordialidad se esfumó rápidamente. Tras golpear a Ernesto con dureza y ponerle un cuchillo en el cuello a Angela, se llevaron de la casa 13 mil pesos, 9.600 dólares y 250 gramos de alhajas de oro en diez minutos.

"Menos mal que teníamos esa plata, porque sino creo que nos mataban", dijo todavía angustiada Angela, quien desde hace más de dos décadas vive en la esquina de Alvear y Chacabuco junto a su esposo. "Para mí, estos hicieron inteligencia y se dejaron llevar por la casa", dijo Ernesto, mientras se ponía hielo en un enorme hematoma que le abarcaba el pómulo derecho y que le quedó como recuerdo del asalto. La casa, pintada de blanco, es una de las más coquetas del barrio. De dos plantas, está ubicada a una cuadra del hospital Eva Perón y a otra de la plaza frente a la cual se erige la Municipalidad. Y ayer por la tarde, dos obreros terminaban de colocar rejas desde el piso al techo del frente, trabajo que empezaron el mismo jueves, pero por la mañana.

Ernesto había retirado 9 mil dólares de una caja de seguridad del banco Suquía de Capitán Bermúdez. "Era para pagar cuentas a proveedores en Chile y, aprovechando el viaje, nos pensábamos quedar unos días de vacaciones", explicó el hombre, que trabajó toda su vida en un taller de engranajes eléctrico que hoy está en manos de su hijo Ariel, el nombre que invocaron los ladrones.

Ernesto y Angela tienen otras dos hijas y seis nietos. "A Angela le llevaron todas las alhajas de oro que ella guardaba para que los nietos se la repartan cuando se muera", precisó el hombre. "Los chicos siempre le decían: «Abuela, vendé eso»", recordó.

La odisea que les tocó vivir a Angela y Ernesto arrancó pasadas las 18 de anteayer y duró menos de diez minutos. Cuando los dos obreros que soldaban las rejas se habían ido, Angela comenzó a entrar el auto en el garaje. Tras abrir la puerta, una voz cordial y un beso la sorprendieron. "¡Cómo le va! Nos dijo Ariel que se van y los queríamos saludar", le dijo un hombre de su misma edad con acento "gitano o húngaro". Entre besos y presentaciones en tono familiar, los visitantes metieron a Angela en la casa por el garaje. "Su marido nos conoce", le dijeron. Eran cuatro hombres y una piba. Cuando llegaron a la cocina, Ernesto se sorprendió. "Me llenaron la cocina de gente. Eran cinco. El hombre mayor, que era el que hablaba, me presentó a la piba: «Esta es mi nieta» y me dio un beso", contó Ernesto.

"Perdón, pero de dónde conocen a mi hijo", preguntó el dueño de casa, y allí se acabó la cordialidad. "Mientras el hombre mayor, de unos 65 años, me hablaba, otro me agarró por detrás del cuello y me empezó a estrangular. «Dónde está la plata», me gritaba", recordó Ernesto. Mientras la cocina se llenaba de gritos, los agresores se dividieron en dos grupos. "La piba y otro muchacho de 18 años se fueron a la puerta de campana. Y en la cocina se quedaron los tres hombres que nos pegaban", recordó el hombre. "Querían la plata grande. Todo el tiempo pedían eso", agregó Angela.

Mientras uno de los hombres sostenía a Ernesto, otro le pegaba trompadas en la cara y en el pecho. "Me dio cada roscaso", recordó el hombre. "Y no eran sólo las piñas. El que me tenía de atrás me apretó el gañote", dijo con un toque de humor. "Mientras me pegaban me hice el asfixiado. Como que me había dado un infarto y me dejaron de dar", explicó. "Fue en ese momento que me llevó al baño y me dejó tirado".


El último apriete
Pero en la cocina dos de los visitantes empezaron a apretar a Angela. "Decime donde está la plata. Donde tenés la caja fuerte", le dijeron a la mujer y ante la negativa, el delincuente de mayor edad le espetó a su cómplice: "Agarrá un cuchillo que la vamos a matar". La mujer sólo quería que se fueran y les dijo dónde tenían escondida la plata, en una alacena ubicada a centímetros del que llevaba la voz cantante. Así, los ladrones le pusieron los dedos encima a los 9.600 dólares, 13 mil pesos y 250 gramos de alhajas de oro.

Con el botín en su poder, los ladrones encerraron a los abuelos en el baño y se fueron. Fuera de la casa asaltada nadie sospechaba. Los vecinos que le prestaron atención a la escena que dio comienzo al golpe, vieron la película muda de "cinco familiares que saludaban con un beso" a Angela.

"Empezamos a gritar y los vecinos que nos escuchaban no entendían qué pasaba", recordó Angela, quien rompió uno de los vidrios de la puerta y junto a Ernesto pudieron abrirla para pedir auxilio. "No sé cómo vamos a hacer, pero yo me quiero ir de vacaciones igual", dijo Angela al final. Ernesto, con el hielo en la cara, la miró y le respondió: "No sé con qué".
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Angela mira desolada el lugar donde hasta ayer guardaba sus ahorros.

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