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domingo,
05 de
febrero de
2006 |
"Parecía un iluminado"
Tres testimonios sobre el valor de un intelectual singular
"¿Qué lugar ocupa Aldo Oliva en eso que se llama literatura argentina? Como punto de partida, después veremos, me permito sugerir que el sitio de Aldo Oliva se diseña entre Juan Gelman y Juan José Saer". (David Viñas, escritor)
"Una noche del año 59 o 60, (en la actual Facultad de Humanidades) me lo presentaron a Aldo. Y esa noche un malentendido que tenía se disipó para siempre. Se disolvió para siempre el malentendido de que la materia de la historia y el conflicto de los días concretos, no tenían ninguna vinculación con el pensamiento y la poesía. Descubrí, inquieto, que existía una vinculación profunda y que no era posible, como decía Aldo, «rajarse». Y entonces empezó una amistad. Aldo fue el maestro que nos enseñó a leer poesía, en los intersticios que dejaba abierta nuestra participación política en los 60" (Jorge Conti, periodista y poeta).
"(En las clases) era un puro flujo pasional espontáneo, tipo improvisación jazzera. Lo que decía era muy sugerente, hablaba con la boca, con la manos, con los mocos y el pañuelo, con la búsqueda de los lentes entre el desorden de papeles, toda esa escenografía dramática formaba parte de su enunciación. Había mucha acción en lo que decía, nunca quedaba atrapado del puro contenido de texto. Llegó una clase y nos dijo que iba a trabajar el «Himno a la luna» de Lugones, pero no dio una clase, sólo leyó el poema y la puesta en escena de su voz llenó el espacio de sugestiones. Uno quedaba con la idea de haber entendido. El podía hablar de un autor y llorar. Siempre cuando hablaba se emocionaba, era como si llegara a una zona íntima, personal. Y entonces era uno el que debía inteligir, luego de quedarse prendido a ese momento. Había mucha generosidad en esa sensibilidad, en esos momentos parecía un iluminado" (Analía Costa, profesora de Literatura Iberoamericana en la Escuela de Letras).
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