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domingo,
05 de
febrero de
2006 |
Política de la poesía
fragmento de una ponencia presentada en una mesa redonda sobre "Poesía y política", en el Centro Cultural Parque de España
Aldo F. Oliva
Quisiera producir una pequeña variante en esta denominación, un tanto general, de "poesía y política". Voy a intentar focalizar un problema relativo pero justamente variado. Personalmente por título entendí "Política de la poesía" y no "poesía y política". Hay un libro célebre y desconocido como casi todo libro célebre, que se llama "Poesía y política", y que por lo menos en el orden enumerativo es muy interesante. Quisiera empezar con un poema -y voy a empezar si es que las masas no se me vienen encima. Porque si acaso yo leyera el siguiente poema, tal vez, tal vez, lograríamos aproximar algunas consideraciones sobre el tema que he enunciado. Leo este poema y no digo aún quién es el autor:
Sigo en la sombra lleno de luz
¿existe el día?
¿esto es mi tumba o mi bóveda maternal?
Pasa el latido contra mi piel
Como una fría rosa que germina caliente,
/ roja, tierna
Es imposible que no haya muerto
/ todavía
O que haya muerto siempre
La sombra me gobierna
Si esto es vivir, morir no sé yo que sería
Ni sé lo que persigo con ansia tan eterna
Encadenado a un traje
Parece que persigo desnudarme
Librarme de aquello que no pude ser yo
Y hace turbia y ausente la mirada
Pero la tela negra, distante va conmigo
Sombra con sombra contra la sombra
Hasta que ruede
A la desnuda creciente de la nave
Este es un poema de un "poeta político". Lo aclaro: es de Miguel Hernández. ¿Podemos hablar de política en este poema o de este poema? ¿No se produce, si lo intentamos, una suerte de respingo equívoco, como denunciando la artificiosa impertinencia?
¿No sospechamos un forzamiento a la ciudadela donde se ha amurallado la pureza lírica entre comillas? Obviamente creo que sí. Y empleo este término, obviamente, en su sentido primero, es decir el de aprehender algo con una sola mirada. No está referenciado en este poema ningún elemento que "represente" o que presente o que aluda simbólicamente a la política.
Por lo tanto, pareciera que no hay ningún elemento articulador de un acto de raigambre política. Pero ¿cuál es la raigambre de lo político? Yo, sin embargo me resisto a intentar conceptualizarlo. Sin embargo, carecer de un concepto no quiere decir no saber. No adhiero, me niego a la compactación de la "La república" de Platón. Y a la filosofía del estado de Hegel. Sí, en cambio, me interesa pulsar, es decir suscitar reacciones, pequeños estallidos de luz en la materia densa y abierta de su connotación. Y me refiero a la connotación del pretendido protagonismo imperial del concepto.
Empero, no apelo a la irracionalidad. Hace ya bastante tiempo que el racionalismo y no necesariamente lo que llamamos razón, se embaraza con intensas mechaduras de incierto origen de profusa paternidad pero que abren el parasol o el paraguas para el cobijo del poder. El ámbito de la regustación alocada de la privacidad del privilegio social.
¿Le llamaremos a eso ideología, o ideologías? Enumeraciones de terrazas, enumeraciones de subsuelos, de feéricos pisos a ras de la mera tierra cosmética razonada de la parafernalia. Eso han sido, o siguen siendo en algunos casos.
Pero vuelvo a la raigambre de lo político. Raigambre: raíz, enjambre, hambre. Raíz: el enraizamiento primario biológico de los hombres; su enjambre: el núcleo social; y el hambre: los apetitos, todos los apetitos. Esa raigambre concurre a darnos los cauces, en su mayoría torrentosos, por donde cursó y cursa el caudal de la actividad política. Pero claro, es necesario el ordenamiento de todo ello. Allí aparece el límite de lo racional. El orden es una ordenación de fuerzas muy primariamente estratificadas. ¿Les llamaremos clases sociales para simplificar?, pero llámesele como se le llame, ya que no es motivo central de esta exposición discutirlo.
La estratificación que he mencionado está centrada en las diferenciaciones de posesión apropiativa; en definitiva, en la distribución de los bienes básicos producidos.
Es decir, el hombre, la sociedad, son un producto de la producción de esos bienes y de su distribución. La resolución de este foco que centra el ordenamiento social es la tarea de la actividad política. La distribución, el problema más irresuelto. Y en su base, el cimiento y el cemento más necesario y, quizá, más sojuzgado: la producción, el acto poético. Sobre esto y sobre la propiedad de sus medios se sustenta la estratificación de la que hablábamos. Hacia allí va dirigida la actividad política: agrupaciones e instituciones diversas, partidos, iglesias, grupos de expresión, sectores del estado.
Ya se percibe aquí que se trata de un amasijo de contradicciones que producen movimientos, líneas de vectores que colisionan, se entrecruzan, se alían, se masacran. Pienso en la Historia: la masacre de los cátaros por la Iglesia y la monarquía francesa del siglo XII; los anabaptistas aniquilados en el siglo XVI, en plena revolución religiosa; y pienso más patéticamente, digamos, en los subversivos del siglo XX, desde la Patagonia hasta 1976. Son la fenomenología de la contradicción y, correlativamente, la sobrecarga genocida correspondiente. Es el curso de lo que llamamos Historia.
Pero volvamos al poema que leí al principio. Yo no quiero leerlo de nuevo, pero si algo les quedó, pese a mi lectura precipitada, me gustaría agregar lo siguiente: es fácil, también, admitir que ese poema se trata de un acto productivo, de un ente -si se me permite la palabra- productivo. No quiero hacer mención a alguna ontología de seres primeros. Hablo de la producción del hombre. No es de extrañar -es un producto humano- que ese humano se llame Miguel Hernández. Pero no sólo él, todos los de hecho o los virtuales productos anteriores. Y también percibimos con un margen sugerente de extrañeza, que su estructura, la del poema digo, y su orden, (y enfatizo esta palabra "orden" por aquellos vectores de que hablaba antes, aunque en este marco son imágenes, figuras que se articulan en su totalidad contextual, surgidas de zonas que, al inscribiente, a veces, ignora) Todo ello puede ser exhumado con y en la relectura del poema. Esto pareciera relevar una cierta isotropía, y perdónenme este término, entre la producción de las mercancías y la producción poética. Es decir, igualdad, o casi igualdad, por similitud de movimientos direccionales objetivantes y presuntamente de sentido, o de aperturas de sentidos y de levantamientos de sentidos que no se sentían, que no estaban en el proyecto.
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Fotos
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En Rosario. Oliva durante el homenaje que se le hizo en la Facultad de Humanidades en 2000.
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