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domingo,
22 de
enero de
2006 |
[Territorios]
Un no lugar en el mundo
Lejos de la imagen de la inmigración como desarrollo, el fenómeno hoy altera el mapa de los países y es visto como un problema social
Alvaro Torriglia / La Capital
Hubo un tiempo en que la imagen de la inmigración era la imagen del desarrollo. El traslado de un continente superpoblado a una América que demandaba mano de obra revestía de funcionalidad económica al enorme movimiento de personas que se registró entre fines del siglo XIX y principios del XX. Hoy las cosas son distintas. Son otros los países de origen de las migraciones y cada vez más las políticas restrictivas por parte de los países desarrollados, donde la gestión migratoria se aborda desde una situación de "problemática social" cuando no, consecuencia del 11-S, directamente desde la política de seguridad.
¿Qué pasó en el medio? Lelio Mármora, director de la maestría en migraciones internacionales de la UBA y actual titular del Indec, consideró que el mundo comenzó a cambiar en este aspecto desde mediados de los 70, cuando se inició un ciclo de transformación de la economía internacional que llevó a que el 15% de la población del planeta concentre el 78% de los ingresos. Si la inmigración sigue la ruta de la prosperidad, en los países beneficiarios de estos cambios están dispuestos a hacer piquetes. "Pese a la propaganda, la globalización de los 90 no derrumbó las fronteras nacionales sino que concentró en un puñado de Estados nacionales el control del movimiento de factores como el capital, la tecnología, la seguridad y también la población", señaló Mármora.
El nuevo escenario
El prejuicio, imaginarios sociales xenófobos (a los que no escaparon países aspirantes el primer mundo) y la crisis de valores asociados a los Estados nacionales fueron dibujando en las últimas décadas la imagen de una "crisis de gobernabilidad de las migraciones", pese a que en términos relativos a la cantidad de población, "las migraciones actuales no superan a las que se dieron hace 100 años".
Mármora consideró que la diferencia está en que "hace cien años la imagen de la inmigración era la imagen del desarrollo", con enormes masas de gente moviéndose de "un continente superpoblado como el europeo a un continente necesitado de mano de obra como el americano". Hoy, en cambio, la imagen de la inmigración es la de la ilegalidad. "Se habla mucho de que la actual es la era de las migraciones pero en realidad es la era de la migración ilegal, debido a la criminalización que algunos países imprimen a este movimiento de personas", señaló Mármora.
En Argentina, donde también se dieron estas tensiones, el gobierno impulsa una nueva política migratoria que reponga la consigna de puertas abiertas. "Desde hace dos años Argentina tiene una nueva ley de migraciones que cambia el paradigma vigente en la última década, en el sentido de que refuerza la política de puertas abiertas a los inmigrantes, en el entendimiento de que el imperativo categórico del organismo de ejecución de la ley es gestionar para los derechos humanos del migrante", señaló Mariana García, delegada local de la Dirección Nacional de Migraciones.
Si bien la norma todavía no está reglamentada, la política de migraciones de la Argentina ya se gestiona bajo esta ley, que apunta a regularización de la situación de los migrantes y a la penalización de delitos como el tráfico y la trata de personas.
Adriana Alfonso, funcionaria de la Oficina de Temas Internacionales de la Dirección Nacional de Migraciones, señaló que el gobierno aspira a regularizar la situación de 600 mil extranjeros radicados en el país bajo el amparo de esta ley y aseguró que "Argentina está cambiando la política migratoria de los últimos 30 años", orientándola a una política "de puertas abiertas" que entre otras cosas se basa en la necesidad de "derrumbar algunos imaginarios sociales equivocados".
Por ejemplo: "Cuando se habla de la competencia desleal de los trabajadores inmigrantes se omite decir que el problema del trabajo en negro no es de los extranjeros que vienen a trabajar al país sino de los empleadores que trabajan en esas condiciones", dijo Alfonso. De la misma manera, desarticuló el enfoque restrictivo desde el lado de la seguridad, al decir que "en ese aspecto lo mejor es que esté todo el mundo documentado".
Según Alfonso, "la política migratoria osciló entre las fronteras abiertas cuando se conformó la Argentina como Nación, luego se mutó a una política restrictiva, a partir de los 70 hubo una ausencia total de políticas y en los 90 se fueron dando amnistías que sólo constituyeron parches".
Mármora recordó que si bien a nivel de organismos internacionales se avanzó en una serie de acuerdos para reconocer el derecho de los inmigrantes, muchos países no los han internalizado. A las cuestiones económicas se sumaron, a partir del 11 de septiembre de 2000, las nuevas políticas de seguridad de los países centrales que llevaron el tema "a la agenda de seguridad nacional".
Desde esta perspectiva, explicó, se mira el fenómeno a través de la óptica de la criminalización, confundiendo la lucha contra delitos vinculados con el creciente tráfico de personas con el derecho de los inmigrantes.
Mármora abundó sobre la complejidad que involucra al fenómeno migratorio, desde los temas binacionales, como los de España y Marruecos, hasta su impacto en el sistema previsional. El aliento de las migraciones de los países de origen, el movimiento de remesas, la migración en espacios fronterizos y las políticas consulares proactivas que desarrollan muchos países en los países de destino, entre otras cosas por el peso electoral de la diáspora, están movilizando otras respuestas.
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La frontera. Una protesta en el límite entre Estados Unidos y México muestra el dolor por los que trataron de migrar.
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