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domingo,
22 de
enero de
2006 |
Alimentos
y comercio
En el campo de los alimentos hay tres tipos de negocios especialmente atractivos:
Los orgánicos. Son un nicho destinado a satisfacer la necesidad de alimentación sana. Esta tendencia se ha afirmado en todo el mundo desarrollado hace varias décadas, especialmente en países como Alemania e Inglaterra. Los alimentos vendidos bajo la certificación orgánica (producidos sin el uso de pesticidas, fertilizantes u otros químicos inorgánicos), pueden llegar a valer hasta cinco veces su equivalente no orgánico. El tipo de alimentos va desde las pastas orgánicas norteamericanas Hain Celestial hasta los huevos de codorniz producidos en Funes.
Precisamente, una de las grandes oportunidades de negocio latentes y aún inexploradas en Argentina son las ferias de campo, tan comunes en el Reino Unido, donde se puede conseguir desde huevos hasta lechugas producidas en pequeñas huertas linderas. Estas pequeñas ferias son en realidad nada más que casas de campo que funcionan como huertas y verdulerías al mismo tiempo, adonde se acercan a comprar personas a quienes les gusta saber (y ver), de dónde procede su verdura.
Además Argentina es uno de los pocos países creíbles en el mundo, en cuanto a la producción de orgánicos. Esto influye positivamente sobre las exportaciones del país en este rubro.
Las delikatessen. También llamados alimentos gourmet. Integran este lote desde el foie gras hasta el caviar, aunque también lo hacen los embutidos de ciervo de la Patagonia o las aceitunas rellenas con carne de ñandú que se producen en Mendoza.
Cada región tiene sus fuertes. En nuestro caso probablemente estemos más cerca del pescado de río ahumado, que ya se produce. Aunque la tradición mercantil de Rosario hizo que siempre vendiéramos y exportáramos alimentos cuyas materias primas no abundan aquí. Durante mucho tiempo vendimos vinos a todo el país (como actualmente lo hace la local Monteconejo), a pesar de que nuestras parras, más un adorno que otra cosa, sólo producen uva chinche.
La repostería también es un ejemplo claro de este segmento, donde emprendedoras rosarinas como Eileen Schmidt demostraron que se puede comenzar con sólo un horno familiar.
Los alimentos exóticos o étnicos. Categoría amplia si las hay. Puede incluir los negocios dedicados a ofrecer gastronomía extranjera a nuestros compatriotas y también los que llevan nuestra gastronomía al extranjero. Está la carne de yacaré (con la que se prepara un escabeche exquisito), o la de carpincho, cuyo kilo es más caro que la mejor carne de ternera. Puede ser un restaurante tailandés en Rosario o una parrilla argentina en México. Puede ser, inclusive, el negocio de aquella chef de Traslasierra que una vez por mes viaja a Buenos Aires a preparar sus manjares. Lo hace directamente en la casa de los clientes y se toma todo un día, utilizando la cocina de la casa.
Por supuesto, sólo ella sabe dónde se consiguen los extraños ingredientes y sólo ella sabe cómo se combinan. Requerimiento de capital: cero. Ni siquiera tu propio horno. Ni Eileen lo hubiera pensado.
Los alimentos exóticos satisfacen un apetito del alma: la curiosidad. Y ese apetito no reconoce fronteras, ni límites. Las mejores billeteras del país están en este preciso momento esperando la oportunidad de probar algo nuevo, algo distinto, algo curioso. Algo por lo que valga la pena pagar el doble. ¿Alguien se los quiere ofrecer?
E.R.
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