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 domingo, 15 de enero de 2006  
Una narración estremecedora sobre los años en el infierno

Ana Testa fue torturada reiteradamente durante los cinco meses que permaneció en la Esma: "No creían que ya no estaba vinculada a Montoneros y, además, buscaban a mi marido".

Las personas que detuvieron a Ana fueron el teniente de navío Miguel Angel Donda (alias Palito) y su par Fernando Enrique Peyón (alias Giba). El chofer era el sargento de la Policía Federal Juan Carlos Linares.

Minutos después de su ingreso a la Esma, la ataron sobre un camastro de metal y comenzaron a aplicarle picana eléctrica. "Recuerdo las voces de Donda, Cavallo y de Luis D'Imperio que daban órdenes como «dale más que aguanta» o «pará, dejala un rato». También me revisaba quien se hacía llamar Tommy, el médico capitán Carlos Octavio Capdevila. Mi descompensación hizo que no controlara esfínteres por lo tanto hacía mis necesidades en el camastro. Cuando venían a darme máquina, pasaban la punta de la picana por las heces y luego me la aplicaban en los senos o en la boca".

"En otra oportunidad, la voz que luego reconocí como de Cavallo me dijo: «Te conviene no hacerte la dura y hablar, todo va a ser más fácil», mientras me ponía un algodón con agua en la boca".

Después de un tiempo la trasladaron al atrio del casino de oficiales de la Esma, lugar que los detenidos llamaban Capucha. "Estaba físicamente destruida, me miré en un espejo y me costó reconocerme. En ese lugar estaba con grilletes y esposada y conocí a Pablo Lepíscopo, Fernando Brodsky, Josefina Villaflor, José Hazan, Elsa Martínez Villaflor, Juan Carlos Chiaravalle, Juan Anzorena, Ida Adad y Nora Wolfson. Todos ellos están desaparecidos", dijo Ana. "El último fin de semana de febrero del 80, Cavallo bajó al sótano y me dijo: «Preparate que tenés que salir». La familia de una amiga había alquilado una casa en General Rodríguez como lugar de veraneo. Me llevó y durante el camino me conminó: «Vas a quedarte hasta que te venga a buscar». Al cuarto día vino y le pregunté por qué me había sacado. «Ya te vas a enterar cuando llegues a la Esma», me respondió".

"Cuando llegamos, el ambiente estaba raro. Sara Ponti ya no estaba en su cuarto y una chica de Mar del Plata tampoco. A mí me mandaron al cuarto de Sara y al día siguiente nadie bajó. Cuando vino Cavallo, le pregunté por ellos: «Ya no están, a vos te saqué porque estabas en una lista de dudosos». De esa forma decidió sobre mi vida y también sobre la de los demás".
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