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sábado,
24 de
diciembre de
2005 |
Y si soñamos...
Elvio E. Gandolfo
La explosión de Rosario como ciudad en las últimas dos o tres décadas es difícil de creer. En lo cultural se han dado pasos fundamentales. De una u otra manera se ha producido una conexión entre una gran masa de acontecimientos culturales con un apoyo más o menos claro de la ciudad, a través de su Municipalidad, cosa que no existía en mis tiempos, por así llamarles.
Un ejemplo son las obras completas que saca su editorial, que evita el rastreo difícil en bibliotecas de sus poetas fundamentales. O los concursos periódicos, que permitieron la difusión de poetas de gran nivel, como Sonia Scarabelli, Beatriz Vignoli o Gabriela Saccone, o de narradoras como Delia Crochet y Patricia Suárez (¡las chicas vienen marchando!). Otro, los festivales de música, como el de jazz. O la edición de CDs. O el muy difundido internacionalmente Festival de Poesía.
Con un hermano músico pasé algunos de los dos o tres mejores momentos de mi vida de espectador en el anfiteatro pegado al río (el recital de Raulito Barboza y otros, por ejemplo) (o los de la época del legendario Chiquito Gómez, a quien no conocí).
La ciudad es otra que la que dejé cuando me fui por segunda vez, en el 76. En aquel entonces pensar en Rosario como ciudad turística era una especie de chiste malo de pésimo profeta, y hoy una realidad.
Por una cuestión de camiseta, siempre me gustaron las revistas culturales. En ese sentido quiero destacar lo que fue en su momento la revista de cine El eclipse, o lo que es ahora Riel, con sus excelentes números monográficos, en especial el dedicado al gran Roberto Fontanarrosa como escritor.
También la presencia más secreta pero importante de la academia, con revistas como las que han ido sacando Alberto Giordano y otros, o las decenas de títulos de la editorial Beatriz Viterbo. O la actual Lucera, con muy buenos reportajes o rastreos (el de Fernando Toloza de los españoles que fueron visitando la ciudad o habitándola). En un plano similar, guardo religiosamente los números del suplemento cultural del diario El Ciudadano, que en sus últimos meses había logrado una mezcla equilibrada y vigorosa de reportajes y otros aportes.
Como ese avance de la ciudad es difícil de creer, tal vez sería deseable que se creyera un poco más, y se actuara en consecuencia. En ese sentido el Congreso de la Lengua, en el que estuve presente, fue para mí la primera vez en que presenciaba en las calles, en el conjunto colectivo de la ciudad, la aceptación mental, espiritual, idiosincrática de Rosario como una gran ciudad, y no como un pueblo grande que por casualidad tiene un millón de habitantes.
Y ya que soñamos, sería espléndido que llegara a existir un auténtico cine rosarino, que reflejara lo que es la atmósfera, y la gente, y el río, y los clubes de fútbol, como hasta ahora no se ha logrado en los pocos ejemplos filmados en 35 mm en la ciudad. Por ahora esa cancha sigue siendo porteña, o bonaerense.
Y otra vez la camiseta: ojalá algún rosarino o rosarina creyera tanto en la ciudad como creyó en su momento Joyce en su pequeña pero infernalmente compleja Dublín, para escribir los cuentos de "Rosarinos", o lograr por fin algo si no del tamaño sí de la potencia de aquel "Ulises". ¡Vamos los narradores, todavía! Solo Fukuyama cree que los Grandes Relatos terminaron.
Elvio E. Gandolfo es escritor y actualmente vive en Montevideo, Uruguay.
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