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 sábado, 24 de diciembre de 2005  
Siete días a puro default, devaluación y adrenalina

Más allá de marcar la opacidad que poco a poco fue ganando al Parlamento, Alberto Natale reconoce que el Congreso fue uno de los pilares para que el orden institucional se haya mantenido en pie luego del desmadre político y económico que signó la salida anticipada de Fernando de la Rúa.

"Se actuó a la altura de las circunstancia", rememora, pero muestra una actitud crítica hacia el justicialismo en los meses previos del derrumbe de la Alianza. "Fue un error del peronismo elegir a (Ramón) Puerta presidente del Senado cuando ya tenían a Camaño como titular de Diputados. Quedó la sensación de una institucionalidad partida: un Ejecutivo radical y un Congreso justicialista", señaló.

Cuando La Capital le preguntó si existió un golpe institucional en el 2001, Natale abonó esa teoría: "Se estaba preparando. Había una debilidad manifiesta de De la Rúa, pero la actitud de Alfonsín, que era paralela a la que asumía Duhalde en la provincia de Buenos Aires, terminaron volteando al gobierno. No tengo dudas de que fue una actitud de toma de poder".

Si bien el PDP y el bloque Federal no votó por ninguno de los presidentes que propuso el PJ, Natale reitera que el papel del Parlamento fue de suma responsabilidad. Sin embargo, cuando rememora el paso fugaz de Adolfo Rodríguez Saá, se vuelve a tomar la cabeza como cuando pronunció el sonado discurso del default frente a la Asamblea Legislativa. "Recuerdo que me quedé sentado, me agarré la cabeza, miré para todos lados y me dije: «están locos, aplauden la quiebra de la Argentina». Yo nunca encontré tanto cúmulo de actitudes absurdas como en aquel momento".

Después llegó el turno de Duhalde. Natale recuerda que el 1º de enero del 2002 recibe un llamado a su celular de Eduardo Camaño, con quien había tenido un buen trato en Diputados: "Me dijo si me lo bancaba al Negro (por Duhalde) y yo le contesté que tenía que hablar con mis compañeros de bloque. Pero en una reunión que tuvimos en el despacho de Camaño, me di cuenta de que iba a devaluar y eso no lo aceptábamos. Pero en el momento en que yo le iba a exponer mis argumentos, alguien abrió la puerta, no recuerdo quién era, pero le dijo a Duhalde que se apurara porque estaba todo listo".

En ese momento, por uno de los ventanales, se podía divisar una gruesa columna de peronistas del conurbano en una batalla campal con manifestantes de izquierda, a quienes hicieron retroceder a puro piedrazos. No podían empañar la fiesta de su jefe.
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