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sábado,
24 de
diciembre de
2005 |
Memoria y balance. Alberto Natale hizo un repaso de su desempeño como legislador durante dos décadas ininterrumpidas
"Me fui con la sensación de que
desperdiciamos 20 años del país"
El ex diputado del PDP dijo que hoy se siguen discutiendo los mismos temas que cuando ingresó a la Cámara
Walter Palena / La Capital
Alberto Natale se fue de la Cámara de Diputados luego de ocupar durante 20 años seguidos una banca representando a la provincia de Santa Fe. El ahora ex legislador volvió a su estudio de abogado y no hay un dejo de nostalgia en su voz cuando La Capital le propone hacer un balance de su gestión. Es más, deja entrever cierta inutilidad de añorar un lugar que hoy parece estar bastardeado por la voracidad de poder que encarna el presidente Néstor Kirchner, quien sólo acude al Congreso como mero trámite formal de la institucionalidad.
El dirigente del Partido Demócrata Progresista (PDP) ingresó a la Cámara de Diputados en 1985, en la fresca y naciente democracia alfonsinista. Supo granjearse por igual el respeto de seguidores y oponentes por su solidez intelectual. El lo sabe y reconoce esa deferencia, impropia para otros legisladores que pasaron por el recinto sin dejar la más mínima huella.
"Una de las cosas más difícil es hacerse escuchar en la Cámara de Diputados. Yo diría que es una virtud de un buen legislador provocar silencio cuando pide la palabra", dice. Luego hace una pausa y su rostro se vuelve agrio cuando comienza a enumerar los temas que se discutían cuando asumió por primera vez y que son prácticamente los mismos que cuando se fue. "Si uno hace el balance, llega a la conclusión de que desperdiciamos 20 años para el bien del país", remata con dramatismo.
-¿No hay nada positivo en el balance general?
-En lo personal, me fui con la tranquilidad de conciencia de haber trabajado honestamente. Nunca fue mi estilo el doble discurso, que es lo que distingue a un demócrata progresista. También veo que hay mucha gente que me respeta y me pondera más allá de las ideas. Ahora, desde el punto de vista del país, en el fondo siento una gran frustración. Llegué a la Cámara cuando todavía estaban frescos los recuerdos de la tragedia argentina de los 70 y me fui cuando se recrean esos enfrentamientos. Llegué cuando el Congreso legislaba y me fui cuando el Parlamento pasó a ser algo decorativo porque gobierna el Ejecutivo a través de los decretos de necesidad y urgencia. El primer debate importante cuando llegué fue el tema de la deuda, pasaron 20 años y hoy la deuda es mayor a la que teníamos antes del default. Llegué cuando el gasto público era una preocupación y ahora vemos cómo vuelve a crecer más que la recaudación.
-¿No hubo nada diferente, no rescata nada?
-Tal vez lo único diferente que tuvimos fue la reforma del Estado, el proceso de privatizaciones con sus luces y sombras. Yo apoyé algunas, critiqué otras, pero dista de ser un capítulo esencial. La Argentina sigue teniendo las mismas contradicciones de siempre, y agrego otra. En 1985, la flamante democracia nos abría las puertas del mundo, pero hoy, en el 2005, nos hemos aislado del mundo. Con los únicos que mantenemos buenas relaciones son con algunos dictadores insoportables como Castro y Chávez. Por eso digo que si uno hace el balance, llega a la conclusión de que se desperdiciaron 20 años.
-¿Cuál fue el Congreso que más lo conformó?
-En la época de Alfonsín y en los primeros tiempos de Menem, el Congreso tenía un nivel de debate y de representación ostensiblemente mejor que el que vino después. Había posiciones encontradas, pero bien sostenidas. Hace muchos años que esto no pasa.
-¿Cómo fue su relación con el actual presidente?
-Ninguna, pero no solamente conmigo, sino con todo el Congreso, y ni siquiera con los diputados de su propio partido.
-¿Votó alguna vez por obediencia del bloque, pero sin estar convencido?
-Nunca. Es más, mi partido apoyó la candidatura de De la Rúa, pero el primer proyecto que envió, el de la reforma impositiva, yo le voté en contra.
-¿Conoció a colegas que en privado decían una cosa y en el recinto actuaban de otra manera?
-Claro que sí. Los bloques oficialistas hacen eso todo el tiempo.
-¿Se escuchan entre sí los legisladores cuando hablan en el recinto?
-Pocas veces. Hay demasiados murmullos, hay mucha propensión a hablar con el vecino de banca. Una de las cosas más difíciles es hacerse escuchar en la Cámara. Yo diría que una virtud de un buen legislador es provocar silencio cuando pide la palabra.
-¿Hubo algún legislador a quien no le haya conocido la voz?
-Varios. Hay muchos que pasan cuatro años en la Cámara sin abrir la boca. A lo mejor trabajan en las comisiones, pero después no tienen la suficiente fuerza para expresarse en el recinto.
-¿Le viene a la memoria algún nombre en particular?
-Preferiría no hacer nombres propios.
-¿Con qué presidente de la Cámara se sintió más cómodo?
-Con (Juan Carlos) Pugliese y (Eduardo) Camaño. Pugliese manejaba con mucha simpatía las sesiones, las hacía amenas pero sin perder la rigurosidad. Y Camaño porque no sólo tenía una gran capacidad para manejar la Cámara, sino que además fue un gran administrador.
-¿Y el peor o más antipático?
-Con (Alberto) Pierri. A pesar de que es una regla no escrita que el presidente debe ser un miembro de la primera minoría, yo a Pierri no lo voté en varias ocasiones.
-¿Cómo queda su carrera política?
-Vuelvo a mi estudio de abogado a trabajar activamente. También tengo pensado retomar la actividad académica. Y, por supuesto, voy a seguir militando en la democracia progresista.
-¿Va a extrañar al Congreso?
-Pienso que no. Fueron muchos años con una rutina, pero además hoy no hay horizontes diferenciados. Tenemos una Cámara de Diputados con un nivel muy inferior al que había en los primeros tiempos.
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"Es una virtud de una buen legislador provocar silencio cuando pide la palabra".
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