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sábado,
24 de
diciembre de
2005 |
Los números del sector se ponen más ásperos
Otro round en la pelea de los agrodólares
La relación entre el campo
y el gobierno fue de extrema tensión durante 2005. Las señales de Miceli
Durante 2005, el sector jugó un rol destacado en el éxito económico y los resultados de la última campaña muestran con precisión que el campo logró mucho más que un buen ciclo agrícola.
Así, se obtuvo la mayor producción granaria de la historia del país con 83,5 millones de toneladas entre granos y oleaginosas, la mayor faena de ganado vacuno desde 1979 con 3 millones de toneladas peso res con hueso, una producción de leche que alcanzará los niveles máximos históricos al rondar los 10 mil millones de litros y la molienda de trigo y soja más alta de los últimos 50 años.
Al mismo tiempo, la agroindustria aportó a través de una fuerte demanda de insumos y servicios, al crecimiento de otras actividades económicas, con inversiones por más de 4.500 millones de dólares en la producción, acopio y procesamiento de granos y oleaginosas, y de casi 900 millones de dólares en subproductos ganaderos; se compraron fertilizantes por más de 900 millones de dólares y las adquisiciones de maquinaria e implementos agrícolas alcanzaron los 800 millones de dólares.
Las exportaciones de cereales, oleaginosas, aceites y subproductos cerrarán 2005 en torno de los 12.200 millones de dólares, de los cuales el 73% corresponde al complejo sojero. Además, hasta octubre último, el sector lácteo había generado divisas por más de 500 millones de dólares, las exportaciones de frutas y verduras alcanzarán los 1.000 millones de dólares y las de tabaco, sólo entre enero y agosto, se incrementaron 68% respecto de 2004.
Las ventas al exterior de carnes bovinas frescas, concretadas durante enero y noviembre de este año, superaron en volumen y divisas a las de todo 2004 y dejaron ingresos al país por un monto superior a los 1.270 millones de dólares. El Senasa fiscalizó exportaciones 549.835 toneladas en ese período.
De la misma manera que los agrodólares fueron claves para estabilizar el valor del dólar en 2002 y contribuir a paliar la emergencia social, también lo son hoy para sostener dos de los pilares de la política económica kirchnerista: el superávit fiscal y la acumulación de reservas. Visto de otra forma, algún protagonismo tuvo la soja en la decisión del gobierno de cancelar anticipadamente la deuda con el Fondo Monetario.
Es evidente, entonces, que de la suerte del sector agropecuario dependerá la evolución de la economía de 2006. En este sentido, la nueva campaña arrancó con menos optimismo que las anteriores. Clima y mercado se conjugaron para provocar una caída del 19% en la siembra triguera (unas cinco millones de toneladas menos), y una reducción de 11% en el área cubierta con maíz, que ofrecería una producción de 16 millones de toneladas. Globalmente, se estima que la cosecha total de granos podría caer en 7 millones de toneladas, con lo cual mantener el valor del negocio dependerá en gran medida de los precios.
Como siempre, la apuesta es que la soja salve al resto. Con un 10% de aumento en el área sembrada, si el clima acompaña se podría llegar a una cosecha de 41 millones de toneladas.
Los mayores costos de producción por encarecimiento de precios de fertilizantes e insumos estratégicos movieron las fichas que profundizaron la crisis climática. La Cámara Argentina de Sanidad Agropecuaria y Fertilizantes (Casafe), confirmó la última semana que las ventas de fertilizantes cayeron más del 4% en este ciclo, respecto del anterior.
El dato, que se traducirá en menor incorporación de paquetes tecnológicos en los planteos agrícolas de este período, también fue lamentado por productores y dirigentes ruralistas pampeanos, quienes alertaron que el país está "cada vez más lejos de lograr una zafra de 100 millones de toneladas de granos".
Ese cambio de escenario demandará un monitoreo más estricto por parte del gobierno, que ocupado hasta ahora en captar parte de la súper renta que el agro pampeano obtuvo luego de la salida de la convertibilidad, podría verse obligado a repensar su relación con el principal sustento del modelo económico.
Tiempos de tensión
La relación del campo con el gobierno, pero también con otros sectores económicos y con la sociedad, fue de extrema tensión durante todo este año. Carne y leche, dos sectores de relativa incidencia en las exportaciones si se los compara con el complejo oleaginoso pero de vital importancia por su difusión geográfica, la ocupación de mano de obra, su rol de industria de segundo piso, y sobre todo su peso en la canasta familiar, estuvieron en el ojo de la tormenta.
El año arrancó con los acuerdos de precios en ambos sectores, sellados bajo el objetivo del gobierno de administrar la suba de valores que traccionaban tanto la demanda externa como la demanda interna. Como en el resto de las industrias, los años de depresión erosionaron la capacidad instalada tanto en stock ganadero como en procesamiento, a tal punto que la recuperación de ingresos de la población terminó por provocar un desajuste entre la oferta y la demanda.
Frente a esto el gobierno apeló a sucesivas subas de las retenciones, eliminó los reintegros a la exportación, y en el caso de la carne, trazó un errático rumbo de restricciones a la faena que provocaron más roces que beneficios concretos.
En una economía altamente dependiente de las exportaciones agroindustriales, la relación entre el campo y el resto de los sectores está casi condenada a la tensión. Sencillamente, porque es el único sector que está en condiciones de pagar la factura de un plan de desarrollo industrial, asociado a la recuperación del mercado interno. Las principales entidades nucleadas en el Foro de la Cadena Agroindustrial dejaron de resistir abiertamente este esquema y durante su última reunión en Rosario limitaron su agenda a un reclamo principal: tener la posibilidad de acercar propuestas al gobierno y ser escuchados.
El disciplinamiento al que los sometió el ex ministro de Economía Roberto Lavagna pareció relajarse con la llegada de Felisa Miceli al Palacio de Hacienda. Autora al fin y al cabo del plan que refinanció las deudas de miles de productores, la funcionaria no sólo los recibió sino que se exhibió con varios de sus dirigentes en la foto de rigor. A cambio, les sacó el compromiso general de cuidar que la performance exportadora no se traduzca en desabastecimiento o bruscos movimientos de precios en el mercado interno.
Si este nuevo equilibrio se transformará en un pacto permanente está por verse. El mayor ingreso de ganado a Liniers en los últimos tiempos acompañó la decisión del gobierno de desactivar una nueva suba de las retenciones y de postergar el cronograma de restricción de faena. En enero, este nuevo consenso tendrá otra prueba cuando Economía deba decidir si mantiene el aumento de los derechos de exportación a los lácteos, que en rigor cumplieron más el objetivo de arbitrar a favor de determinados sectores las pujas de precios dentro de la cadena que de reducir los valores que debe pagar el consumidor.
En un año en el que los números del agro se presentan algo más ásperos, no es poca expectativa la que se tiene sobre el papel que se le tocará al campo en el nuevo capítulo de la pelea distributiva.
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