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viernes,
23 de
diciembre de
2005 |
Lo que Fernando nos dejó
Osvaldo Aguirre / La Capital
Entre las cosas que dejó Fernando Toloza en este diario, donde trabajó doce años, hay un artículo inédito, "El escritor detrás de Narnia", sobre la trayectoria de C. S. Lewis y la saga de "Crónicas de Narnia". Es quizá uno de sus mejores textos -y escribió textos extraordinarios-, pero a él no le parecía demasiado significativo. "El mérito es de A. N. Wilson, el biógrafo. Su libro abre las perspectivas que traté de comentar", dijo. Ese comentario revela mucho del carácter de Fernando. Su humildad, en primer lugar. Y el hecho de situarse ante todo como un lector, como si le pareciera más importante no aquello que él escribió sino el libro que leyó.
Sí, Fernando fue un lector. Un lector apasionado y erudito. Un lector generoso, siempre dispuesto a compartir sus descubrimientos. Nada que ver con encerrarse en los libros o creerse el dueño de alguna revelación. Fue ese amor por los libros, quizá, lo que lo llevó a trabajar en librerías, mientras estudiaba Letras, a tener en algún momento su propia librería, "El hijo pródigo", y a convertirse fugazmente en editor de libros, con la editorial Bajo la luna, de la que fue uno de los fundadores. Uno podía preguntarle por cualquier libro y él, si no lo tenía en su biblioteca, podía contar algo al respecto: las circunstancias de una edición, la rareza de un hallazgo en una librería de usados, una anécdota que descubría el verdadero carácter de un escritor. Y siempre con una media sonrisa, un aire de felicidad y de travesura, el asombro que encendía su mirada.
Pero ese amor y ese conocimiento a veces hacían -hacen- perder de vista la magnitud de su obra como escritor y como periodista. Durante muchos años trabajó en un libro de poemas, "Fuera de temporada", que finalmente, sobre todo por la insistencia de algunos amigos y de quienes lo leyeron, pensaba publicar a principios del año próximo. Casi nada de eso se conoce, porque Fernando apenas publicó unos poemas, hace años, en una revista especializada. Pero cuando ese libro salga a la luz podremos ver al poeta que teníamos con nosotros.
Fernando no escribió las notas que estamos acostumbrados a leer. La inteligencia y la sensibilidad que están en la base de sus textos -éste puede ser un término más adecuado para su escritura, que encuentra en la literatura su verdadero dominio- son absolutamente singulares. Lo demuestran las entrevistas y los artículos y críticas de cine y literatura que hizo en este diario. O los textos en Vasto Mundo, revista de la que fue editor. O la serie que publicó en Lucera, sobre las relaciones de diversos intelectuales españoles con Rosario, una obra maestra de lo que se llama periodismo cultural.
Pero Fernando no fue. Es, y seguirá siendo. Porque lo vamos a descubrir en todo lo que nos ha dejado: en sus pequeños gestos cotidianos, cargados de bondad y afecto, quienes tuvimos la suerte de conocerlo. Y en sus poemas, en sus artículos, en la enorme riqueza que fue dando en su trabajo de escritor, sin estridencias, sin llamar la atención, con su sonrisa a medias. Esa sonrisa que ahora es imborrable, porque hace falta.
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