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 domingo, 20 de noviembre de 2005  
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Diego y la insolencia según la televisión
Maradona parece condenado a ser dios de un cambalache donde da lo mismo Fidel, Macri, Bonafini, Tyson, la Bersuit o Enrique Iglesias

Alfredo Montenegro / La Capital

"Liberado de las malsanas influencias de las relaciones públicas, me importa ese Diego que volvió a la comarca del origen. El que escuchó los llamados del Pelusa, gorrión arisco de los atardeceres del país sur de su adolescencia", advertía el periodista Osvaldo Ardizzone en 1986. Pero algo cambió y el insolente de Fiorito ahora pasa por otro desafío: hacer televisión.

"En el programa lo vi muy fluido, tranquilo y en excelente estado anímico. El ha salido de dificultades más complejas que las reglas de la tele y no lo veo dominado por ese mundo", dice el periodista Alejandro Apo, quien participó en "La noche del Diez", por Canal 13. Pero su paso ante las cámaras desata polémicas. "Dice que ya es de la televisión, aceptó el lugar donde lo pusieron. Cuando el comercio te toma hay que decidir qué hacer, también Petinato -otro con una gran cabeza- hace el ridículo cumpliendo con la cultura del entretenimiento", señala Norberto "Ruso" Verea, ex arquero y periodista.

Diego Bonadeo -un crítico del deporte espectáculo- remarca: "No creo que la tele lo haya atrapado y que Maradona sea muy rebelde. No se puede estar con el Che y con Menem".

Desde otra visión, el escritor e investigador Osvaldo Bayer rescata la participación de Maradona en la Cumbre de los Pueblos. "Me parece positivo que se juegue y demuestre ciertas broncas al sistema", opina, y remarca: "Me gustó el reportaje a Fidel Castro".


ABSTINENCIA DE FúTBOL
La crianza en las nobles trampas del potrero no cuenta ante las cámaras, los moretones en las canillas no son anticuerpos para zafar de los nuevos marcadores. No se trata ya de gambetear a rústicos defensores, debe competir con quienes lograron un exitoso raiting empuñando concursos telefónicos o engullendo de un bocado alfajores enteros. La abstinencia de fútbol lo condenó a la televisación perpetua y a confesar en cámara el secreto de sus goles, como si describiendo movimientos anatómicos se pudiera revelar el origen de la desfachatez y el hambre de revancha.

Supervisado por Adrián Suar, monitoreado por Tinelli, y regenteado por Claudia, Maradona se entrega a la pompa de la tele. Algún memorioso recordará al indómito Búfalo Bill, quien tras cabalgar el Far West apilando búfalos (allá por 1860 y pico), terminó con su corcel dando vueltitas en las arenas de un circo que recorría Europa. En ese show del ocaso también participaba el legendario Toro Sentado, un cacique que con dureza callaba su dignidad sin poder lagrimear, como al menos lo hace Don Diego.

Tras dejar plantadas las moderaciones y ser incontrolable con la pelota y el habla, unos asistentes de producción lo maniataron para que fuera televisivamente correcto sin desfigurar tanto su marketinera insolencia. La telerresurrección en su reality show le enseñó a emocionarse para levantar la audiencia.


TODOPODEROSO Y/O REBELDE
Abdicó al baldío, se puso el tapado de armiño y por seguir a la redonda terminó haciendo paredes con los mafiosos. Así, jugó para mercanchifles venidos en empresarios que lo postularon para dios, mientras se instalaron en las puertas de su templo a fin de comercializar sus estampitas. Entre todos edificamos su monumento en una torre de Babel de flojas bases.

En 1994, el escritor Osvaldo Soriano advertía que Diego empezaba a "sentir en carne propia cómo queman las eternas antorchas de San Martín en la Catedral y de Belgrano en Santo Domingo". Por parecer distinto al resto de los humanos fue acusado de dios. Entonces, desprovisto del beneficio de la duda y las pifiadas que puede cometer cualquiera debía ser infalible y ejemplo de rehabilitación.

Pero un dios no puede ser como el Diego del México 86 y EEUU 94 cuando -como decía el escritor uruguayo Eduardo Galeano- "denunció a la omnipotente dictadura de la televisión, que estaba obligando a los jugadores a deslomarse al mediodía, achicharrándose al sol". Tampoco cuaja que un dios le pida al Papa que venda los techos del Vaticano para repartir oro entre el pobrerío.

Al ser todopoderoso no podía ser rebelde ante el poder. Tuvo que compensar y mediar, así que charló con Fidel y también con Menem. Bailar para la televisión italiana y marchar contra Bush. Una santidad debe juntar las manos y agradecer que salió del infierno, aunque banque a Mauricio Macri y haga bondadosas payadas con Pelé.

Si algo no tenía el Pelusa calentón, era el ser un tibio. Pero abrazar a Bonafini y besarle la mano a Mike Tyson, presentar a Enrique Iglesias, Los Piojos y la Bersuit es parte de esa neutralidad de los dioses que suena a indiferencia.

El régimen de internación televisiva le permite recibir visitas de su palo como Charly García, el Mono Burgos, Riquelme, el Pájaro Caniggia y algo de Sabina, pero también le llegó un Fernando Montaner, Rafaela Carrá o ese tal Marley.

Todo no vale, porque mientras se espera el momento sublime de ponerse los cortos para hacer de Maradona, otra de sus nuevas proezas en venta es darse piquitos con un Pablito Echarry o salir a upa del antes nombrado Tyson.


ABRAN LA PUERTA DEL PATIO
Litto Nebbia dice que los argentinos bajan de los barcos, pero corrientes de pensadores de esquinas sostienen que este pueblo descendió de las tribunas. Ese gentío que únicamente habita nubes formadas por la humareda de choripanes, es quien puede bajarlo del pedestal para intentar preservar "al gorrión arisco".

Bayer advertía -allá por junio de 1998, en la revista Lote- que para hacer algo como devolverle la pelota a Maradona y recuperar el fútbol: "No sigamos en eso y no hagamos víctimas a nuestros hijos y nietos arrimándolos al televisor en vez de abrirles la puerta del patio para que correteen bajo el sol o la lluvia".
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Purificado. Maradona esta vez convertido en un dios televisivo.

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