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miércoles,
16 de
noviembre de
2005 |
EDITORIAL
Shoppings y centro pueden convivir
Al mismo tiempo que los deseaba, la ciudad los temía. Los "shoppings", esas grandes superficies comerciales que son una perfecta estampa de la triunfante posmodernidad, eran una deuda pendiente de Rosario. Pero cuando el sueño se convirtió en realidad, no fueron pocos quienes advirtieron sobre los potenciales efectos funestos que podían ejercer sobre la economía de la urbe, y no sólo sobre los pequeños y medianos comerciantes de las zonas vecinas sino también sobre los negocios del centro. Pero tantos temores carecían de fundamento: transcurrido un año de la radicación del Portal y el Alto Rosario la modificación de las tendencias de consumo de la gente es real, pero cuando llega el momento de definir la situación presente se torna necesario recurrir a la palabra equilibrio.
Es que el panorama indica que la semana se reparte de manera bastante equitativa entre unos y otros: de lunes a jueves, los comercios tradicionales del centro y los barrios se imponen con comodidad sobre la novedad encarnada en los shoppings; pero después de un día que registra un virtual empate en ventas -el viernes-, durante los fines de semana la balanza se inclina con nitidez hacia el otro lado. Sábados y domingos, en efecto, las grandes superficies se transforman en un verdadero paseo de compras y la gente, seducida por el complemento que representan las casas de comida, los servicios, el estacionamiento gratuito y los ámbitos de recreación destinados a los más pequeños -no habría que descartar, por ahora en un solo caso, la importancia de las salas de cine-, se vuelca masivamente a los shoppings.
Pero el hecho que marca el cambio de los tiempos y, también, la nueva característica que ha adquirido la ciudad es que en ciertas jornadas la presencia dominante en los centros comerciales son los turistas. Generalmente provenientes del "hinterland" que rodea a Rosario-tan favorecido por el cambio de modelo económico que benefició al campo-, estos viajeros ya no necesitan trasladarse a la Capital Federal para encontrar propuestas de consumo sofisticadas.
En contrapartida, muchos nativos de la ciudad no modifican sus costumbres. "Al final no se dio la catástrofe que esperábamos, supongo que porque el rosarino es muy tradicionalista y termina comprando en el negocio donde siempre compró, donde conoce al dueño y donde, llegado el caso, le fían", le dijo a este diario un directivo de una asociación de comerciantes de Alberdi. Y una vendedora de un local de un shopping lanzó otro concepto tan sencillo como clarificador: "Rosario no es Buenos Aires -disparó-: aquí el centro es el centro".
La ciudad crece y demuestra que puede sumar sin restar. Otra señal de madurez en ascenso.
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