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 domingo, 13 de noviembre de 2005  
Psicoanálisis
El lugar de la pulsión
El papel de las pulsiones en la obra de Freud es el eje de un ensayo que publica nueva visión. Aquí se ofrece un fragmento

Dominique Scarfone

Cuando Freud publica los "Tres ensayos de teoría sexual", donde aparece por primera vez el concepto de pulsión, su investigación acaba de atravesar, de 1895 a 1905, un decenio tan animado como exaltante, algo que puede observarse en sus publicaciones, algunas de las cuales son capitales: los "Estudios sobre la histeria" (en colaboración con Breuer), los artículos "Las neuropsicosis de defensa" y "Nuevas puntualizaciones sobre las neuropsicosis de defensa", "La etiología de la histeria", "Sobre el mecanismo psíquico de la desmemoria" y "Sobre los recuerdos encubridores". A comienzos de siglo aparece la obra maestra, "La interpretación de los sueños", que siempre fue para Freud como para la opinión general, su mayor obra. Pero puede medirse mejor el tumulto teórico y personal de ese decenio consultando su correspondencia con Wilhelm Fliess, otorrinolaringólogo de Berlín al que conoció en 1887 y del que se hizo gran amigo y confidente. Esta correspondencia muestra cómo el intenso trabajo intelectual de Freud estaba inducido por la transferencia no menos intensa que lo ligaba a Fliess. En este intercambio epistolar que se extiende durante diecisiete años, Freud formula las hipótesis más audaces, algunas de las cuales serán retomadas, como tales o modificadas, en sus publicaciones.

La relación epistolar con Fliess finalizará completamente en julio de 1904, cuando la redacción de los "Tres ensayos..." está en curso. El vínculo entre ambos hombres ya estaba en mal estado en 1900-1901, es decir, poco después de la publicación de "La interpretación de los sueños", pero en 1904 toma la forma de una disputa abierta respecto de la propiedad intelectual de la noción de bisexualidad. Parece significativo que esta amistad haya terminado poco antes de la aparición de los "Tres ensayos ...": en el curso de la relación intensa entre Fliess y Freud, éste había asignado a su amigo el cuidado de ocuparse de la "biología", mientras que él se reservaba la "psicología".

En el otoño de 1895, en un momento de intensa inspiración, Freud escribe casi de un tirón un proyecto de psicología en el que había estado absorbido por completo desde hacía varios meses. Esta "psicología para uso de los neurólogos" estaba fuertemente marcada por el "fisicalismo", es decir, una posición de principio que consistía en poner la psicología bajo la égida de las ciencias naturales, de acuerdo al modelo de la física newtoniana. Pero, en tanto que "psicología", la contribución personal de Freud debía inscribirse en un conjunto psicobiológico más vasto, cuyo aporte biológico debía proceder sobre todo de Fliess. Este creía haber identificado los grandes principios que rigen lo vivo y había desarrollado, entre otros, una teoría de los "biorritmos" que incluía "períodos" femeninos y masculinos, de 28 y 23 días respectivamente, a partir de los que estimaba posible hacer predicciones en términos de salud, enfermedad, productividad intelectual y longevidad. Por su parte Freud, que se quejaba de trabajar sólo sobre un objeto, oscuro e incomprensible, para sus contemporáneos, muestra en sus cartas una admiración sin límites por las ideas de Fliess. La ruptura con este último parece, entonces, haberlo obligado a encargarse solo de los aspectos tanto biológicos como psicológicos de su investigación. El concepto de "pulsión", que aparecerá luego de su ruptura definitiva con Fliess, llega, en este sentido, bien a propósito.

Sin embargo, evitemos considerar la idea de pulsión como un simple surgimiento en reacción al fin de la relación con Fliess. En la correspondencia, todavía amistosa, que siguió a la publicación de "La interpretación de los sueños", Freud indica en varios lugares cómo le parece necesario desarrollar una teoría adecuada de la sexualidad con el objetivo de resolver cierto número de problemas teóricos; y sitúa claramente ese desarrollo en relación con lo "orgánico". A comienzos de 1900, ha acumulado material sobre la teoría sexual y sólo espera una chispa que lo encienda. El incendio se llamará "Tres ensayos de teoría sexual".

A pesar de aquello que su título puede sugerir, esos ensayos no constituyen un libro de sexología. Freud investiga siempre allí la "cosa sexual" (distinta de la sexualidad genital adulta), en tanto que ella se impone en el curso de la investigación psicoanalítica. Esa cosa sexual va a desempeñar un papel decisivo: debe dar un fundamento sólido a su teorización que había entrado en crisis desde el abandono de la "teoría de la seducción" (ver más adelante). Lo sexual de la seducción era aportado, en efecto, del exterior por el adulto perverso, suerte de "primer motor" que lanza el psiquismo del niño seducido en una trayectoria compleja que iba a conducirlo hasta la neurosis. Cuando ese motor externo hubo mostrado sus límites, la maquinaria psíquica que, en el Proyecto, por un instante había parecido "ponerse a funcionar por sí sola", tenía ahora necesidad de una fuerza motriz interna. El concepto de pulsión, con su idea intrínseca de fuerza motriz, estuvo destinado a cumplir ese papel.


LA "COSA SEXUAL"
El factor sexual estaba presente desde hacía tiempo en el paisaje intelectual de Freud (...). En el curso de los años 1890, durante la colaboración con Breuer alrededor de la histeria, Freud se convenció de que era necesario en todos los casos invocar un traumatismo sexual como causa específica de las "neuropsicosis de defensa", categoría de neurosis que incluye la histeria, la neurosis obsesiva y la paranoia. Freud tenía al respecto una teoría muy elaborada, cuya explicación en detalle puede verse en un informe escrito directamente en francés, en 1896, "La herencia y la etiología de las neurosis". Ese texto, asociado a las "Nuevas puntualizaciones sobre las neuropsicosis de defensa" y a "La etiología de la histeria", constituye la base esencial de lo que se ha convenido en identificar como la "teoría de la seducción" en el pensamiento de Freud de esa época.

Llevada a su expresión más simple, la teoría de la seducción consiste en invocar, como factor etiológico principal, un traumatismo sexual efectivo, sobrevenido antes de la edad de 8-10 años y debido a la intervención de un adulto perverso; pero también podía ser la obra de un hermano, de una hermana, de un amigo, quienes habrían sido antes iniciados por un adulto. Esta descripción es sin embargo muy sumaria. Al concentrarse en la peripecia del acto seductor, este resumen no atiende a otras numerosas dimensiones de la teoría. En efecto, si incluye el hecho de la seducción, la teoría de la seducción no se reduce a ello. Muy por el contrario, el pensamiento de Freud a propósito de la histeria y de otras neurosis presupone todo lo que el neurólogo y luego el analista habían aprendido sobre el funcionamiento psíquico normal y sobre los cuadros psicopatológicos. Un amplio lugar vuelve a la memoria y al curso temporal difásico del proceso traumático, ambos funcionando como recuerdo del elemento patógeno en las psiconeurosis. En efecto, el retorno a la memoria de hechos antiguos, que en principio no tuvieron consecuencia, forma al atacante interno contra el que se defiende el neurótico. El efecto patógeno del recuerdo se ha vuelto posible por la maduración sexual que ha tenido lugar entre tanto: el recuerdo de un hecho sexual es, característicamente, de una naturaleza tal que puede ser amplificado en sus efectos ulteriores por la emergencia de la pubertad. En la teoría de Freud, el nuevo asalto, que viene del interior, moviliza una defensa principal, la represión. Comienza entonces una lucha defensiva cuyo resultado patológico será la eclosión de la neurosis.

A este esquema general se añaden varias observaciones muy sutiles. Mencionemos la importancia de las asociaciones verbales; la simbólica en juego en la elaboración de los síntomas; la economía que rige a éstos. Consideremos, por último, que este modo de teorizar permite a Freud establecer distinciones nosográficas hasta entonces desconocidas, o entonces amalgamadas bajo el término general de "neurosis". Así, Freud es el primero en distinguir neurastenia y neurosis de angustia, luego "neurosis de las obsesiones" e histeria. Pero no se trata en Freud de una simple pasión por clasificar: esta nosografía es dinámica en lo que ella supone de los mecanismos específicos subyacentes y es pragmática cuando indica el propósito de instituir o no un tratamiento psicoanalítico, tratamiento que, por otra parte, Freud está progresivamente definiendo.


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