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domingo,
13 de
noviembre de
2005 |
La caída de la firma Molino Blanco profundizó la crisis del sector
Municipalidad y un empresario controlan el 60% del transporte
El sistema de colectivos se desangra y de las 35
empresas que había hace 45 años, hoy sólo quedan 5
Diego Veiga / La Capital
El traspaso de las líneas de la quebrada empresa Molino Blanco (120 y 133) a manos del Estado determinó que la firma municipal Semtur pasara a controlar el 25 por ciento de la flota total de ómnibus que circula en Rosario. Ya es la segunda compañía que más colectivos administra, superada únicamente por Rosario-Bus, propiedad del empresario Agustín Bermúdez. Así, la debacle del actual sistema de transporte obliga a la empresa estatal a introducir cambios en su objetivo original: de ser una firma "testigo que permite el monitoreo de diversos parámetros", pasó a ser el salvavidas de un sistema que se desangra indefectiblemente. Como si esto fuera poco, el futuro es incierto. Los pliegos de la licitación para el modelo que viene aún no seducen y los interesados no aparecen.
Lejos quedaron los tiempos en que en la ciudad prestaban sus servicios 35 empresas. Hoy sólo quedan cinco, a las que se suma el propio Estado. ¿Qué fue lo que originó que el sistema se desmembrara de este modo?, ¿por qué mientras algunos empresarios se funden otros hasta incorporan tecnología satelital a bordo de sus unidades?
Para encontrar algunas de las respuestas hay que sumergirse en la historia del transporte de pasajeros en Rosario y analizar ciertas variables que las fuentes consultadas pusieron sobre la mesa a la hora de estudiar el colapso: "Aumentos de costos, malas administraciones, modificaciones de recorridos realizados sin estudio previo por cuestiones políticas, y el ingreso de empresas interurbanas que compitieron con las locales en los mismos corredores".
A este combo hay que sumarle los mil y un cambios económicos que sacudieron al país en los últimos 45 años e indefectiblemente se llegará a herir de muerte las finanzas de las empresas de transporte.
"Me cortaron las piernas", dijo la semana pasada Nelso Manenti, el titular de la quebrada Molino Blanco, al enterarse de la decisión judicial que dio por terminada su administración al frente de las líneas 120 y 133.
El término maradoniano del malogrado presidente de la Cámara de Empresarios del Transporte Urbano de Pasajeros (Cetup) encendió una alarma puertas adentro de la Secretaría de Servicios Públicos municipal. Clara García y sus colaboradores sabían perfectamente que tanto la 120 como la 133 son las líneas que más quejas generan entre los usuarios. "Son deficitarias, tienen unidades viejas y les falta mantenimiento; pero alguien tiene que hacerse cargo", admitió un hombre que circula a diario por las oficinas de Ovidio Lagos y Pellegrini.
Así, la Semtur es ahora la segunda empresa más grande del transporte rosarino y su objetivo central se desdibuja. "Ojo que agarró líneas que estaban destruidas y hoy andan muy bien. Cambió la administración y las cosas funcionan", advierte un especialista que se inclina por los malos manejos económicos y financieros a la hora de evaluar la debacle de las empresas.
Una caída con historia
La caída de las empresas de transporte comenzó a darse a principios de los noventa. Habían sido creadas a fines de los cincuenta y principios de los sesenta por la intendencia de Luis Cándido Carballo, que disolvió la por entonces Empresa Municipal del Transporte Urbano y traspasó las líneas a manos privadas. Los administradores fueron básicamente ex empleados de la firma estatal.
Por esos días eran 35 las empresas que circulaban por Rosario. Desde la Asociación Amigos del Riel, entidad que también nuclea a los amantes de los colectivos, recordaron que "a principios de los 90 muchas empresas tomaron una serie de créditos blandos que otorgó el banco Macro de Buenos Aires con la idea de renovar la flota, pero después no pudieron pagarlos y fueron indefectiblemente a la quiebra".
Así, salieron de escena las empresas Zona Oeste, 7 de Septiembre, Nicolás Avellaneda, General Azcuénaga y Transporte La Florida. Unos meses antes había caído el Expreso Alberdi.
En la vereda de enfrente, el empresario Agustín Bermúdez comenzó a absorber líneas y cimentar un imperio. Había desembarcado en Rosario desde Villa Gobernador Gálvez a fines de los sesenta, cuando compró la empresa Primera Junta.
Más tarde se quedó con el servicio de trolebuses y en los 90 fue el salvavidas del sistema al quedarse con las empresas que iban quebrando. Tejió aceitados contactos políticos con los gobiernos de turno y reclutó en su empresa a ex funcionarios municipales y provinciales. Equipó a sus unidades con rastreo satelital, amplió recorridos y hoy hasta tiene ómnibus circulando en Santa Fe.
"Algún día alguien tendrá que preguntarse por qué le dejaron levantar pasajeros dentro de Rosario con sus colectivos interurbanos", deslizó un hombre que surcó los pasillos de la Secretaría de Servicios Públicos unos años antes que comenzara la caída en desgracia de muchas empresas.
A su entender, esa actitud "desbalanceó muchos corredores y algunos recorridos dejaron de ser rentables".
El especialista aportó otro dato: "Hubo muchos recorridos que se modificaron sin estudios previos y por cuestiones políticas, con lo que la ecuación económico-financiera en los corredores se desbalanceó".
Así, el abanico de firmas se fue desmembrando y hoy, entre el Estado y Bermúdez, se reparten el 60 por ciento del sistema. Algo es seguro, 45 años después del traspaso del transporte a manos privadas, el Estado volvió a ser protagonista. La Semtur maneja hoy el 25 por ciento del sistema y el propio intendente admitió que, si no hay oferentes, podría administrar el futuro sistema.
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