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 sábado, 12 de noviembre de 2005  
Exclusión y fracaso. El 40% de los hijos de inmigrantes no tiene trabajo. En algunas zonas esa cifra se eleva al doble
Francia, ante el desafío de cambiar un modelo social obsoleto
Analistas opinan que el Estado secular e igualitario quedó atrás. Pero el establishment se resiste a esa idea

Siegfried Mortkowitz

París. - Cuando la ola de violencia en Francia ya entró en su tercera semana consecutiva, el gobierno está preparando un programa masivo para combatir las enfermedades sociales que desataron los disturbios. Pero, ¿ha aprendido algo el "establishment" francés de la revuelta de miles de adolescentes, en su mayoría hijos de inmigrantes africanos, que haga más eficaz su nueva campaña con respecto a los fracasos del pasado?

La respuesta es crucial, ya que, para muchos, los disturbios urbanos que han asolado el país constituyen la prueba de que el "modelo francés" de sociedad, una visión basada en un Estado secular, indiferente al color de la piel e igualitario, ha quedado obsoleto.

En realidad, para los jóvenes pertenecientes a minorías étnicas que han prendido fuego a más de 7.500 automóviles durante 14 días, la sociedad francesa es cualquier cosa menos igualitaria. Muchos de los ciudadanos de origen extranjero y muchos analistas opinan que la república es indiferente al color de la piel porque ha empleado una gran cantidad de dinero en hacer que sus pobres inmigrantes sean invisibles, "almacenándolos" en suburbios lejos de los centros de las ciudades, donde se los puede aislar y vigilar.

Al anunciar la medida desesperada que tomó el gobierno cuando puso en marcha el estado de emergencia para acabar con los disturbios, el primer ministro Dominique de Villepin dijo: "Francia es un país como ningún otro. Nunca aceptará que sus ciudadanos vivan separados, sin igualdad de oportunidades, sin igualdad de futuro."

Y sin embargo, eso es justamente lo que Francia ha aceptado durante al menos 30 años. En los 700 guetos urbanos que han sido creados en las afueras de las metrópolis francesas, el 40 por ciento de los hijos de inmigrantes menores de 25 años no encuentra trabajo, y en algunas zonas esa cifra se eleva a casi el doble. Todos los años, más de 160.000 estudiantes, la mayoría pertenecientes a grupos minoritarios, abandona los estudios.


Identidad "francesa"
Pero incluso para aquellos que han superado los niveles de pobreza y logran salir de los guetos, la sociedad francesa sigue cerrada. Soumia Manlinbaum, un empresario de origen argelino, dijo al diario International Herald Tribune que "el único modo de tener éxito en este país es ocultar la identidad de cada uno."

Este es el caso de Mbar, de 26 años e hijo de inmigrantes africanos. Mbar decidió salir a la calle y lanzar bombas después de que, al parecer, la policía lanzara una granada de gas lacrimógeno en una mezquita del suburbio parisino de Clichy-sous-Bois. (La policía, por su parte, afirma que la granada estalló fuera de la mezquita).

Mbar le contó a la revista Le Nouvel Observateur que, aunque era buen estudiante, siempre había sentido que en los colegios no lo querían. "Quería pasar de nivel, y me dijeron que no. ¿No sirvo para nada o qué?", se preguntó.

A veces trabajaba en unos almacenes. "Estaba bien. Me gustaba mucho", dijo Mbar. Hasta que su jefe le preguntó si le importaba que lo llamaran "John", porque sería más fácil para los clientes. "Yo no quería ser John. Pero ya se habían olvidado de cómo me llamaba realmente. Así que lo dejé antes de que me pidieran que me tiñera el pelo de rubio", explicó.

La historia de Mbar no es nada fuera de lo común. Según los testimonios de los jóvenes de los guetos parece ser lo normal. "Después de que mi hermano Suleyman pasara a llamarse a sí mismo Stephane, su negocio despegó increíblemente", dijo un hombre de origen argelino al International Herald Tribune. "Es necesario que se produzca una revolución en este país, para que los que se llamen Mohamed no tengan que ponerse de nombre Jean-Paul."

Pero ningún político francés se atrevería a hacer una llamada a favor de la revolución para afrontar el problema de la desigualdad. Muy pocos se han animado a proponer algo tan radical como la "acción afirmativa": otorgar prioridad en la educación y el empleo a aquellos grupos minoritarios históricamente discriminados.

La razón es que significaría admitir el fracaso del modelo francés. Uno de los pocos que sí se ha atrevido a aceptarlo es el polémico ministro del Interior, Nicolas Sarkozy. "Sí, el modelo francés ha quedado obsoleto", dijo, y pidió la puesta en marcha de la acción afirmativa.


Una solución tabú
Sin embargo, a pesar de las semanas de destrucción a lo largo y ancho del país, esta solución todavía es tabú en Francia. Villepin la describe como un "debate semántico", y el ex primer ministro Lionel Jospin, socialista, declaró que "si Francia quiere seguir adelante, tendrá que ser con nuestro modelo".

Al parecer, lo que el gobierno tiene intención de hacer para evitar futuras revueltas es otorgar más dinero al mismo sistema que ha creado las enormes desigualdades. Las últimas cifras mencionadas son de 35.000 millones de euros (41.000 millones de dólares). No obstante, no es nada nuevo encontrar espejismos políticos en el sistema francés. En 1984, el entonces presidente François Mitterrand declaró: "En Francia podemos ser realmente optimistas si tenemos en cuenta su capacidad de asimilación, de absorber a los distintos tipos de pueblos que vienen aquí. Podemos verlo claramente con los inmigrantes de hoy en día: sólo ha hecho falta una generación para que estén integrados." (DPA)
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Los franceses se manifestaron contra la violencia.

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