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| sábado,
12 de
noviembre de
2005 |
Apoyo familiar
Marta de Sequeira es la mamá de Ezequiel, un nene de 11 años hipoacúsico de nacimiento. Desde hace dos años, lo lleva todos los días desde su casa de barrio Stella Maris hasta la escuela de Donado y White (son más de 30 cuadras, donde no llega ningún colectivo directo).
Su embarazo de 7 meses y medio no le impide concretar a diario este emprendimiento. Entiende que la integración que tiene en esa escuela es irremplazable para el crecimiento de su hijo. Es más, anima a las demás madres que puedan estar en situaciones similares "a no bajar los brazos, a no quedarse sin hacer nada, porque la escuela abre futuro".
Marta enumera una y otra vez los avances de Ezequiel, que van desde vencer las dificultades para estudiar hasta integrarse al juego con sus compañeros.
Por no contar con un audífono, el nene ingresó a preescolar con 6 años. Cursó los primeros años en la Escuela Cayetano Silva, pero cuando este establecimiento se quedó sin la maestra integradora decidió seguirla a la nueva escuela. Igual, Marta dice que anhelaría otra oportunidad de parte del Estado, con propuestas de integración en cada barrio.
La historia del nene y su familia no es sencilla. Los padres se sostienen con un Plan Trabajar. De todos modos entienden que sin el apoyo esencial de la escuela, el futuro de Ezequiel no será el mismo. Tan fuerte es la convicción del rol clave que cumple la familia apoyando el crecimiento de su hijo, que el año pasado Marta se inscribió en un centro de adultos para terminar la escuela. "Yo llegué hasta 4º grado, porque debía trabajar y faltaba mucho a la escuela. Ahora me doy cuenta que me hace falta para ayudar más a mis hijos", cuenta entonces la mamá.
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