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domingo,
06 de
noviembre de
2005 |
Peligro. Temen que toda la zona arqueológica esté en riesgo por el deterioro y se torne peligrosa para los turistas
Intensa polémica en Roma por la
caída de una pared del mítico Foro
El accidente se produjo el viernes en un camino peatonal que conduce al famoso Arco de Tito y al Coliseo
Un trozo de una pared del antiguo Foro romano se derrumbó, aumentando el temor de que el popular sitio turístico sea potencialmente peligroso para sus visitantes.
Cerca de 15 metros de pared se cayeron en las primeras horas del viernes en un camino peatonal que conduce al famoso Arco de Tito y al Coliseo.
Los funcionarios dijeron que si la pared de 15 metros hubiera colapsado durante las horas de apertura del foro, el camino hubiera estado lleno de turistas.
"En este punto, tenemos razones para creer que toda el área está en peligro", dijo Angelo Bottini, jefe de la Oficina Arqueológica de Roma.
El foro fue el centro de la vida política, comercial y religiosa del imperio. El vasto sitio al aire libre yace en el corazón de la Roma moderna y atrae a multitudes, pero gran parte del mismo está mal conservado y se erosiona gradualmente.
El ministro de Cultura, Rocco Buttiglione, dijo que el gobierno italiano, corto de efectivo, deberá encontrar más fondos para uno de los sitios arqueológicos más famosos del mundo.
"No me diga que tenemos que proteger estos sitios sólo porque atraen turistas y generan dinero. Lo tenemos que hacer porque es parte de nuestra alma", dijo Buttiglione, según citó el diario italiano Il Messaggero.
Era un pueblito
¿Cómo era Roma hace dos mil años? Apenas unas colinas habitadas, rodeadas de terraplenes de tierra como única defensa, con edificios de ladrillo y madera y un único puente, de troncos. ¿Quién viendo esta pequeña ciudad en al año 500 a.C. hubiera sido capaz de decir que sus habitantes conquistarían el mundo conocido, creando una cultura que es la base del mundo civilizado?
La Roma de César había crecido mucho respecto a esa Roma arcaica. Pero aún era bien distinta de esa Roma monumental que estamos acostumbrados a ver en mapas y maquetas. Recordemos que su sucesor, Augusto, dijo poco antes de morir: "Encontré una ciudad de ladrillos y dejo una ciudad de mármol". Si comparamos la ciudad en su máximo esplendor arquitectónico, a principios del siglo IV d.C., veremos lo mucho que dista de la vieja urbe en la que nació César.
Era una ciudad estancada. Su urbanismo era muy deficiente (por no decir nulo), ya que se alzaba sobre siete colinas y el modelo urbanístico griego no podía ser aplicado en una ciudad de cuestas arriba y abajo, creada en base a un crecimiento desordenado y anárquico, sin ninguna planificación.
En los barrios populares la gente se apiñaba en callejuelas estrechas flanqueadas por edificios de seis o más pisos llamados ínsulas. Los que podían permitírselo, vivían en los barrios residenciales como el Palatino, en cómodas casas de una planta con jardines. Roma se articulaba en torno al Foro. Un espacio público que era el centro de la vida romana y en el que se concentraban sin aparente orden la mayoría de los edificios públicos de la ciudad.
El Foro de Roma era el corazón y el cerebro de la urbe, allí se reunía el Senado, se votaba en los comicios, se veían las causas judiciales, se hacían los negocios y se publicitaban los aspirantes a cualquier cargo público. Pero el Foro de los tiempos de César no era, ni mucho menos, ese Foro grandioso que se iría formando a través de los siglos sucesivos: el Capitolio y el Foro romano en la época del nacimiento de Julio César.
Tras la muerte de César, su cadáver fue llevado a una tribuna instalada en un espacio libre del Foro romano. Allí fue donde Marco Antonio mostró al encolerizado pueblo romano las 23 puñaladas con las que los asesinos habían agradecido la piedad de César y que éste no hubiera tomado ningún tipo de represalia contra sus enemigos tras vencer en la guerra civil.
Mientras se discutía el lugar donde el cadáver del más grande hombre de la historia debía ser incinerado, dos antiguos legionarios de César, con sus espadas al cinto y portando antorchas, prendieron fuego a la tribuna donde estaba expuesto el cadáver.
Inmediatamente un éxtasis se apoderó de la multitud que comenzó a hacer pedazos los puestos del mercado y las tribunas de los oradores para arrojarlas a la creciente hoguera. Las mujeres arrojaron al fuego sus mantos y joyas, incluso las bulas de sus hijos, los amuletos sagrados de oro. Los arrojaron al fuego que llevaba hacia el cielo los restos mortales de Julio César convertidos en una gigantesca llama que era frenéticamente alimentada por el pueblo romano. Los músicos arrojaron al fuego sus instrumentos y los costosos vestidos que llevaban, y todo lo que podía arder fue arrojado para alimentar la llama entre gritos de furia y juramentos de venganza de la multitud encolerizada.
Toda la noche veló el pueblo romano la hoguera de César entre lamentos y gritos de venganza. Una vez que se apagaron los últimos rescoldos, la multitud, presa de un odio incontrolable, se dirigió a buscar a los asesinos que habían huido tras cometer el absurdo magnicidio. En su lugar, se conformaron con asaltar sus casas, crucificar en sus puertas y jardines a todos los que encontraron dentro y prenderlas fuego.
Después de Cayo Julio
El pueblo romano proclamó dios a Cayo Julio César. Y en el lugar donde ardió su cuerpo mortal se levantó el templo de Divus Iulius, con un altar circular.
Cayo Octavio, sobrino nieto de César y su heredero, vengó a su tío y restableció la paz en el imperio, por lo que fue proclamado Augusto el año 27 a.C. por el Senado.
Augusto fue el primer emperador romano, el hombre que habría de continuar la obra de César en todos los aspectos: incluido el arquitectónico. Por ello finalizó el Foro de César, construyó el templo de Divus Iulius y, emulando a su tío, levantó uno nuevo: el Foro de Augusto, el tercero de Roma en el que dedicó un gran templo a Mars Ultor (Marte Vengador) en recuerdo de su venganza sobre los asesinos de su tío.
En tiempos de Augusto, Roma, con sus tres foros y nuevos monumentos, era ya grandiosa. (Reuters)
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El mayor símbolo de la cultura del mundo occidental.
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