|
domingo,
30 de
octubre de
2005 |
[poesía]
Palabras a mano
A veces los poetas me dan risa
A veces los poetas me dan risa
y entre ellos hay variedad de gustos:
los escrupulosos, los vanidosos,
y también aquéllos que a disgusto
aceptan todos los premios
que estuvieron gestando
desde hace tanto tiempo.
A veces los poetas me dan pena,
no tienen ni para los impuestos
pero se las arreglan
para que no se note
que son desconocidos,
malqueridos, perseguidos
y otros tantos idos
además nunca incluidos
en ninguno de los preciados ismos.
A veces los poetas me dan charla
y comienzo a pensar en colectivos,
en pasadizos, y en encontrar un motivo
que me habilite para huir,
y a confesión de partes, reconozco:
soy malo hasta conmigo.
A veces los poetas me dan miedo,
pero basta leer las noticias del día
para volver,
sin duda,
a preferirlos.
Sin máscaras
Como soy un hombre algo extraño,
inclinado, siempre, por la veracidad,
hoy, dejando de lado los prejuicios
voy a decir
al mentir,
parte de la verdad.
Soy un poeta de lo peor,
un padre que olvidó a sus hijos,
el hijo que olvidó a sus padres,
el niño que nunca fue niño
y sepan
que no es sólo un rumor.
Todo puede comprobarse.
Si no he sido el primero
en cuanto a los hedores
seguro fui el peor.
¿Quién puede negarse
a creer
tales confesiones?
Sólo yo, que por hacer más amena
esta excitante velada poética,
debí realizar un curso intensivo
-más bien inescrupuloso-,
para poder decir
todo lo que quería
sin metáforas,
y sin mentir.
Información insidiosa
Muchachos, les han mentido,
no estoy
como se dice
en decadencia.
¿Soy el país?
¿Una cultura?
¿Una economía?
¿Un ex torturador?
¿El cuestionado indulto?
No soy
-que quede claro-,
nada de eso.
Mis pecados son frágiles
y entre ellos, a veces
lo confieso,
por oda
me sale
algún soneto.
Por lo demás,
por suerte
sigo suelto.
Siempre quise decir
Siempre quise decir
más cosas de las que decía
y los vientos me fueron
llevando las palabras.
Y se llevaron días y más días,
sueños, y más sueños,
y todo mi empeño se desvanecía
a cada instante, a cado rato,
y ponerme a escribir,
un parto, una desidia.
Ahora me conformo con menos cosas,
más apasionadas, aunque a veces
no me visite tan seguido
la poesía.
Lo mismo que a usted
Todas las mañanas
me persigno ante el espejo
y comienzo una seguidilla de golpes
a esa imagen que, así lo creo,
es algo deformada, pero mía.
Un gancho al mentón,
un directo al hígado, y sigo
castigándome a los flancos
para quitarme -ya se sabe-,
movilidad en las piernas.
Al borde del nocaut, me apiado
-de lo contrario no estaría aquí-,
y me tomo un respiro.
Después, una toalla mojada,
una bolsa con hielo, y me tiro a esperar
que bajen todos los moretones.
Y allí, entonces, reflexiono:
no tengo el physique du rol requerido
para encantar a las mujeres.
Sólo unas pocas vecinas
que conocen
la vida de este humilde aficionado a
/ flagelarse,
conmovidas
se dignan
a saludarme.
enviar nota por e-mail
|
|
|