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sábado,
29 de
octubre de
2005 |
De Santa Fe al Balseiro
Ivan Davidovich y Franca Bonifazzi (*)
El Año Internacional de la Física nos dio la posibilidad de participar en un concurso de monografías propuesto por el Instituto Balseiro (IB), donde nos vimos motivados a replantear el papel de la esta ciencia en la actualidad. Por este trabajo fuimos becados junto a otros once chicos y dos profesores acompañantes de distintas partes del país, para visitar las instalaciones del Centro Atómico Bariloche durante la semana del 2 al 9 de octubre.
Un día antes, en la terminal de ómnibus de Rosario, nos encontramos por primera vez para emprender juntos este viaje, sueño o anhelo, y premio a la vez. Ya en el camino empezamos a sentir la buena predisposición que se hizo presente a través de toda la experiencia de la mano de Hugo, uno de los profesores que se nos unió en Casilda y de Ramiro, otro de los chicos becados que fue a esperarnos a la terminal de ómnibus de Santa Rosa, La Pampa, a pesar de que su colectivo no partía hasta varias horas más tarde.
En Bariloche fuimos cálidamente recibidos por Celso Flury, uno de los integrantes del Comité Organizador, que nos condujo hasta el complejo del Centro Atómico Bariloche (CAB). A partir de entonces comenzamos a establecer una relación de compañerismo y amistad con el resto del grupo de becados, profesores y el equipo del Balseiro.
A lo largo de la semana recorrimos los distintos laboratorios del CAB, el reactor nuclear RA-6, las instalaciones del Invap e incluso la casa de un luthier de la zona.
Asistimos a charlas y conferencias, participamos en experimentos e incluso pudimos concurrir a clases junto a los estudiantes del Instituto Balseiro. Toda esta experiencia de integración a un mundo ajeno gobernado por la física nos hizo ver que, en realidad, la gente que vive allí y que lo compone, no es tan distinta a nosotros o a quienes conocemos.
Es un grupo de hombres y mujeres que comparte un interés común por la ciencia, que cuenta con el espacio y los recursos para dar forma a un ámbito en el que expresar, desarrollar y transmitir sus ideales a través de la educación y la investigación.
En este viaje comprobamos que la física se aplica no sólo en los laboratorios de alta tecnología, sino también en los distintos aspectos que componen nuestra vida cotidiana: el arte, a través de la música; la medicina, con los últimos avances en tratamientos contra el cáncer; la justicia, mediante el esclarecimiento de delitos a través de los peritajes forenses.
Estuvimos en presencia de una gran comunidad científica que expresa un gran número de virtudes a veces no observadas en otros grupos humanos.
Compartimos con gente dispuesta a cooperar entre sí y de transmitir sus conocimientos a las generaciones futuras, siempre en busca del beneficio común. Es por esto que nos sentimos en el deber y la responsabilidad de actuar como difusores de esta experiencia, y de alentar a todos aquellos con un interés en la ciencia a que participen de este tipo de actividades y a que se acerquen a grupos de gente que comparten sus mismas inquietudes.
Debe asimismo abolirse el estereotipo del "científico loco" que proyectan en nosotros las películas de ciencia ficción. Tal como el médico cura pacientes o el ingeniero civil construye edificios, el científico es una persona como cualquier otra, que tiene una vida más allá de la ciencia. Viene bien entonces la frase de Albert Einstein: "Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio".
(*) Tienen 17 años. Franca es de Casilda e Iván de Rosario
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Fotos
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Iván y Franca, los alumnos santafesinos en el Centro Atómico Bariloche.
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