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sábado,
29 de
octubre de
2005 |
Análisis. Doce tesis para el cambio que miran a la justicia educativa y justicia económica
Hacia una educación de calidad
América Latina podría tomarse como un perfecto espejo donde mirar cómo a lo largo de las últimas dos décadas han pasado todo tipo de reformas educativas, ajustes estructurales y políticas sociales compensatorias en nombre de una educación de calidad, pero que sin embargo sólo han profundizado las diferencias. ¿Cómo dar un salto cualitativo que permita garantizar el derecho a una educación de calidad para todos? A la pregunta, la reconocida pedagoga ecuatoriana Rosa María Torres respondió con el documento "Justicia educativa y justicia económica: 12 Tesis para el cambio educativo".
El nombre que la ex ministra de educación y culturas de Ecuador eligió para su estudio, encargado por el Movimiento Latinoamericano de Educación Popular y Promoción Social "Fe y alegría", no es casual. De entrada, la educadora latinoamericana y referente de distintos organismos internacionales abocados al tema educativo, responde: "La justicia económica es condición de la justicia educativa y a la inversa. Hacer realidad el aprendizaje a lo largo de toda la vida y el derecho a una educación gratuita y de calidad para todos implica otro modelo educativo, otro modelo económico y social, y otro modelo de «cooperación internacional» Norte-Sur".
Para llegar a esta afirmación, en su análisis "12 Tesis", Rosa María Torres recuerda que "la retórica mundial sobre el «alivio de la pobreza», por un lado, y sobre el «mejoramiento de la calidad de la educación», por otro, ha llegado a un nivel de agotamiento por su reiteración y por su ineficacia sobre la realidad". Así los progresos registrados "son nulos o modestos", y por si fuera poco, "los continuados errores y costos económicos y sociales de la mala asesoría y la mala gestión política y administrativa no los asumen ni los asesores ni los gestores, sino los pueblos, y precisamente los más pobres, en cuyo nombre se elaboran los planes y negocian los préstamos".
Para explicar cuál es el efecto inmediato de estas políticas, Torres recuerda que "a medida que crecen los problemas, se achican las aspiraciones y las metas y se alargan los plazos".
La situación constituye entonces un círculo vicioso definido por: "Pobreza -endeudamiento externo - pago de la deuda - corrupción - recorte al presupuesto social - degradación de la educación pública y del derecho a la educación".
Además, Torres advierte que los pobres son los más afectados por esta realidad, "y tienden a aceptar pasivamente la educación que reciben, de la calidad que sea. La propia falta de una educación de calidad dificulta discernir la mala de la buena educación, así como afirmar el derecho a su exigibilidad".
Para la educadora, no es por falta de información que, a pesar del fracaso, se continúa haciendo más de lo mismo: "El proyecto no es cambiar, sino mantener. Los impulsores mundiales del "alivio de la pobreza" y del "mejoramiento de la calidad de la educación" son los mismos que apuntalan el modelo neoliberal y su globalización".
Por eso entiende que la justicia económica es condición de la justicia educativa y a la inversa; y que para avanzar en esta dirección es necesario caminar por carriles amplios y convergentes que sumen al Estado y la sociedad civil.
Los 12 puntos claves propuestos a manera de tesis por Rosa María Torres -y que aquí se publican en un breve resumen- atienden y amplían este debate.
Las tesis
1. Del "alivio de la pobreza" al desarrollo. Aunque los países de la región siguen siendo llamados "países en (vías de) desarrollo", el desarrollo quedó atrás como paradigma y ha sido sustituido por el "alivio de la pobreza" como meta para el Sur en los próximos años. En este marco, la educación ha pasado a ser vista como una "estrategia para aliviar la pobreza".
Torres dice que este empobrecimiento de los objetivos del desarrollo se refleja también en el campo de la educación. Sostiene entonces que "retomar la vía del desarrollo implica no sólo lidiar con la extrema pobreza, sino con la extrema riqueza. Esto requiere penetrar en las razones y las estructuras profundas que naturalizan y justifican su coexistencia. Las políticas compensatorias o de "discriminación positiva" no resuelven los problemas de fondo, apenas lidian con sus manifestaciones".
2. De la educación como política sectorial a la educación como política transectorial. Quienes aspiran a mejorar las condiciones de enseñanza y aprendizaje de los pobres no deben buscar todas las soluciones dentro del "sector educativo". Los progresos en educación no dependen sólo de la política educativa, sino del conjunto de las políticas (económica, fiscal, social, exterior, de cooperación internacional), pues todas ellas inciden en la educación de manera significativa.
La mentalidad sectorial, reforzada hoy por el culto a la especialidad, está alimentada desde muchos ámbitos: agencias internacionales, gobiernos, organismos no-gubernamentales, partidos políticos, movimientos sociales. Todos están organizados y trabajan por "sectores" temáticos. Esta manera de aprehender la realidad y el conocimiento "por retazos" produce incoherencia en las políticas públicas: los informes, políticas y planes para un sector frecuentemente son incoherentes con los de otro sector. Es necesario recuperar la unidad y la noción de sistema.
3. Del predominio de los criterios económicos a una visión integral de la educación. En cada país, el presupuesto es el primer invitado a la hora de pensar qué y cómo hacer las cosas en educación. Es el que determina a cuánta y a qué clase de educación puede aspirar un pueblo. Sin embargo, el presupuesto y los "recursos disponibles para educación" son el resultado de decisiones políticas. Habría más recursos disponibles para la educación y para otros derechos humanos si se redujera otro tipo de gastos públicos y, en particular, el gasto militar.
Las principales decisiones que afectan a la educación en América Latina y el Caribe vienen siendo tomadas por economistas: el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo, los funcionarios de los Ministerios de Economía y Finanzas en cada país y las grandes empresas privadas. Las recomendaciones para educación que hacen estos organismos suelen presentarse como propuestas respaldadas por el conocimiento científico y por las "lecciones de la experiencia internacional".
No obstante, la ineficacia de dichas recomendaciones está a la vista. El fracaso de las reformas educativas latinoamericanas, hechas con asesoría de los organismos financieros internacionales, debería aprovecharse para dinamizar el pensamiento educativo, devolver a la educación su integralidad y especificidad y recuperar la pedagogía como desafío fundamental de lo educativo.
4. De la "ayuda internacional" a una auténtica cooperación para el desarrollo. La Ayuda Oficial para el Desarrollo, entendida tradicionalmente como la ayuda (en dinero, asistencia técnica, etc.) del Norte desarrollado (el Primer Mundo) al Sur en desarrollo (el Tercer Mundo) adolece de problemas históricos. A menudo, en vez de desarrollo lo que ha producido es mayor endeudamiento externo y mayor dependencia técnica de los países "donantes".
La buena cooperación trabaja para volverse prescindible, no para eternizar la dependencia de la cooperación internacional al desarrollo. Una buena cooperación internacional para el desarrollo trabaja para cambiar no las manifestaciones de los problemas, sino sus verdaderas causas.
5. De la escuela a la educación. La educación empieza antes y va mucho más allá de la escuela, del sistema escolar y de la edad escolar. Es imposible pedirle a la escuela que resuelva todas las necesidades de aprendizaje de las personas. Sistema escolar y sistema educativo suelen utilizarse como equivalentes pero no deberían: la familia, la comunidad, el trabajo, el deporte, los medios de información y comunicación, las bibliotecas, y el vasto campo de la llamada "educación no-formal", son otros tantos sistemas educativos que complementan al sistema escolar. A estos ha venido a sumarse más recientemente el ciberespacio. Cada uno de ellos tiene su propio rol en asegurar a la población los aprendizajes esenciales y las herramientas indispensables para seguir aprendiendo.
Abrir el sistema escolar al contacto con el mundo exterior, construyendo puentes con otros sistemas de aprendizaje, es esencial para el propio fortalecimiento de la educación escolar y para delimitar mejor el papel específico que le toca asumir a ésta hoy, en cada contexto y en el marco del aprendizaje a lo largo de toda la vida.
6. Del derecho a la educación al derecho a una buena educación. La acelerada expansión de la matrícula escolar que tuvo lugar en América Latina y el Caribe entre 1950 y 1980 se hizo en la mayoría de los países a costa de la calidad. En otras palabras, se democratizó el acceso a la escuela pero no necesariamente el acceso a la educación. Hoy, entre 90% y 95% de los niños y niñas en esta región entran en la escuela primaria pero sólo un tercio de ellos llega a culminarla y otro tercio lo hace después de repetir una o más veces algún grado. Pocos aprenden lo que se espera. La secundaria sigue siendo un sueño inalcanzable para la mitad de la población en edad de estudiar en este nivel. En todos los casos, los más perjudicados son los niños y las niñas de las familias pobres. Y sin embargo, las reformas educativas de las dos últimas décadas se hicieron en nombre del "mejoramiento de la calidad de la educación".
¿Es mejor una mala educación que la falta de educación? Una mala escuela puede hacer más daño que bien. Por eso es indispensable exigir el derecho a la educación como derecho a una buena educación, no a cualquier educación. La buena educación, no importa en qué país, cultura o clase social, enseña a aprender y a aprender con gusto.
7. Del derecho al acceso al derecho al aprendizaje. Tradicionalmente, el derecho a la educación se ha entendido de manera restringida, como derecho al acceso (a la matrícula, a la escuela, al sistema escolar). El derecho a la educación va mucho más allá del acceso y la finalización del ciclo primario. Debe entenderse, esencialmente, como derecho al aprendizaje. La misión de todo sistema educativo no es enseñar, sino lograr que todos los alumnos y alumnas aprendan conocimientos, habilidades, valores y actitudes útiles para mejorar su calidad de vida y para continuar aprendiendo.
No basta con democratizar la educación; es preciso democratizar el aprendizaje. Puesto que los pobres enfrentan condiciones particularmente adversas para aprender, democratizar el aprendizaje significa velar por la calidad educativa en contextos de pobreza y garantizar condiciones esenciales de vida que permitan liberar tiempo y energías para aprender.
8. Del derecho al aprendizaje al derecho al aprendizaje a lo largo de toda la vida. El derecho a la educación es hoy no sólo derecho al aprendizaje, sino derecho al aprendizaje a lo largo de toda la vida o aprendizaje permanente. El aprendizaje a lo largo de toda la vida, asumido como principio rector de los sistemas educativos en la sociedad del siglo XXI, se reactiva en una época marcada por el crecimiento exponencial de la información y el conocimiento en todos los ámbitos y la emergencia de un nuevo orden económico global que viene a replantear muchas certezas conocidas y a exigir nuevos conocimientos, habilidades y destrezas para enfrentar los nuevos problemas y las nuevas posibilidades.
El paradigma del aprendizaje a lo largo de toda la vida ofrece un marco renovado para integrar la educación inicial y la educación de jóvenes y adultos por fuera del sistema escolar convencional. También una oportunidad para repensar la educación de jóvenes y adultos y no continuar viéndola como compensatoria para quienes no tuvieron oportunidad de cursar la escuela en la edad apropiada o como estrategia para aliviar la pobreza, sino como el legítimo derecho que tiene toda persona a aprender hasta el momento mismo de su muerte.
9. De la escuela a la comunidad de aprendizaje. La apertura de la escuela a la comunidad hoy es una realidad, en tanto la escuela viene absorbiendo de hecho funciones compensatorias que no le corresponden, pero es a la vez una necesidad, dado que se han multiplicado y diversificado los espacios de aprendizaje fuera de la escuela. Ahora, más que nunca, es indispensable vincular la escuela con la familia y la comunidad en una relación que sea fuente de aprendizaje y transformación recíproca. En este marco es donde resulta útil la noción de comunidad de aprendizaje (CA), que empieza por reconocer que todos tienen algo que aprender y algo que enseñar.
Las formas de aprendizaje comunitario son usuales entre los pueblos indígenas de muchos de nuestros países. No se trata pues de un invento moderno ni una propuesta venida del Norte, sino más bien una recuperación, en tiempos modernos, de modos tradicionales de aprendizaje y transmisión intergeneracional del saber, que precedieron a la organización del sistema escolar y que coexisten con éste en la actualidad.
10. De la capacitación docente a la cuestión docente. Estudios promovidos por el Banco Mundial tratan a los educadores como una variable y un insumo más de la educación: un insumo importante, pero costoso. Es en base a estos argumentos que el Banco viene aconsejando a los gobiernos congelar o recortar los salarios docentes, contratar personal temporal (que acepta salarios más bajos y peores condiciones de trabajo) y privilegiar la capacitación en servicio sobre la formación inicial. No obstante, lo "ahorrado" en docentes en las tres últimas décadas ha tenido un costo altísimo para nuestros países: paros y huelgas que bloquean regularmente los sistemas escolares ocasionando pérdida de días de clase a los alumnos, desperdicio de recursos y debilitamiento de la credibilidad de la educación pública.
La capacitación no es una varita mágica que resuelve los problemas de una mala educación general y una mala formación profesional y no se traduce necesariamente en mejor enseñanza, ni automáticamente en mejores condiciones de aprendizaje de los alumnos. Los educadores no son un insumo más, equiparable a la infraestructura o al texto escolar; tampoco son un "actor" más, entre otros. Encarnan el currículo y la pedagogía. Apostar por una educación de calidad para todos implica asumir, de verdad y en los hechos, la importancia de los educadores. Avanzar en esta dirección implica un giro de 180 grados y un renovado compromiso por parte de todos.
11. De la educación básica como educación escolar a la educación básica como educación ciudadana. La educación, y la educación básica en particular, es una herramienta clave para la construcción de ciudadanía. Avanzar hacia una educación básica para todos implica reconocer que todos tienen necesidades básicas de aprendizaje que resolver a lo largo de toda la vida; poner en el centro el desarrollo del lenguaje como herramienta fundamental de expresión, comunicación y aprendizaje; ampliar las necesidades de aprendizaje percibidas por quienes enfrentan las condiciones más difíciles cuyas necesidades percibidas y demandas efectivas de aprendizaje son, por lo general, limitadas; e invertir más y mejor en las zonas y grupos que sufren pobreza y exclusión, a fin de asegurar mejores condiciones de vida y de aprendizaje, ampliar la oferta cultural y evitar que se reproduzca la pobre oferta educativa para los más pobres. También diversificar la oferta educativa a fin de adecuarla a las necesidades de quienes aprenden y a las condiciones de cada contexto.
12. De adecuarse al cambio a incidir sobre el cambio. Se asegura que "adaptarse al cambio" es la consigna para la educación en este cambio de era y en esta era de cambios acelerados. Sin embargo, hoy más que nunca la educación está llamada a recuperar su potencial transformador y preparar a las personas y a las comunidades para anticipar el cambio, controlarlo y orientarlo hacia la construcción de otro mundo posible en el que prevalezcan la justicia, la dignidad, la democracia y la paz. En este sentido, a los cuatro pilares de la educación propuestos por la Comisión Delors (1996) -aprender a ser, a conocer, a hacer, y a convivir con otros- habría que agregar un quinto pilar: aprender a cambiar.
Incidir sobre la política educativa es una bandera que viene levantándose crecientemente desde diversos sectores. Que los educadores y los educandos miren más allá del aula, la escuela más allá del sistema escolar, las organizaciones sociales más allá de sus respectivos programas y proyectos, que cada quien -en fin- mire más allá de "lo suyo" es necesario para conseguir cambios globales en la educación.
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Los estudios internacionales coinciden cada vez más en la necesidad de tender puentes entre la escuela y la comunidad a la hora de aprender.
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