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martes,
13 de
septiembre de
2005 |
Inquietudes
educativas
Es incuestionable que con el correr de los años y no obstante sus efectos de incompatibilidad se ha ido politizando todo aquello que concentra los elementos esenciales de la formación educativa, con mayor preponderancia en los ámbitos secundarios y universitarios. Paralelamente fue germinando una imprevisible decadencia de los valores que debieran ser el marco imprescindible de los sistemas imperantes. La incursión o el espíritu político debería estar marginado de los dogmas de la enseñanza para facilitar la formación de elementos humanos útiles a la sociedad. Esta inquietud no lleva implícita una postura discordante con la lucha que mantienen los sectores afectados por intereses comunes y presuntamente legítimos; lo que se pretende es señalar una suerte de apreciaciones que en términos generales se manifiestan como elementos de fuerza que resienten el sentido de la educación y el esfuerzo de los docentes. Por otra parte, en la enseñanza no debe caerse en el desprestigio del principio de autoridad ya que no puede ejercerse autoridad sin una ética de la convicción. Tampoco debe asombrarnos que hoy muchos padres hayan perdido autoridad sobre sus hijos en edad escolar y que la indolencia y el descontrol de aquéllos actúan como impulsores de fracasos a futuro. De todas maneras debemos recordar que para que el alumno impulsivo de hoy guarde un mesurado equilibrio en su estado emocional, la enseñanza comienza en su casa y prosigue en la escuela. Recordemos también que, por decantación, la escuela es un reflejo de la sociedad y que de ella se sale libre o dominado. Sería nefasto para la humanidad caer en la premonición de Aldous Huxley: "¡No piense! ¡Diviértase!".
Mario Torrisi, LE 5.976.188
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