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domingo,
11 de
septiembre de
2005 |
El Monte San Miguel volvera a ser isla
Un colosal proyecto busca devolver la autonomía del continente al mayor castillo contruido en la Edad Media
Hanns-Jochen Kaffsack
La señal de largada fue dada por los sapillos moteados. Un centenar de estos pequeños batracios pudo sumergirse en lagunas cenagosas especialmente preparadas para ellos en la poco profunda ensenada de Moidrey, sobre el río Couesnon, a pocos kilómetros de su desembocadura frente a la célebre abadía del Monte San Miguel, ubicada en Normandía, al norte de Francia.
Los sapillos provenían de las arenas pantanosas que cubren actualmente lo que antes era un brazo marítimo entre tierra firme y la Abadía, declarada por la Unesco en 1979 Patrimonio Cultural de la Humanidad. El castillo-monasterio es una colosal construcción de la Edad Media, considerado como "la maravilla occidental". El edificio mantuvo durante siglos una unión con la tierra que se pierde bajo las olas del Mar del Norte dos veces por mes.
Un megaproyecto de 220 millones de euros (unos 265 millones de dólares) busca devolver a la construcción su carácter insular sin que se vean dañadas flora y fauna.
Las obras comenzarán a fin de año. Durante diez años se acumularon estudios para revertir los errores de construcción del pasado y se trató de compatibilizar las demandas de 17 comunas normandas involucradas de diversas maneras en el aprovechamiento económico de los recursos locales.
Más de 700.000 metros cúbicos de arena son acumulados año a año en la bahía por el movimiento de las mareas. El río Couesnon, que penetra en forma perpendicular a las aguas marinas, sólo puede arrastrar una pequeña fracción de esa arena, de modo que anualmente se generan unas 25 hectáreas de pastizales salados que condimentan las carnes de unos 13.000 corderos aun antes de que pasen a la cocina.
Las tareas se prolongarán hasta 2010. Entre otras cosas se debe derribar la ruta construida en 1879 sobre un paredón, por la que se movilizan anualmente unos tres millones de turistas que visitan el convento fortificado emplazado en la montaña que emerge de la bahía. También desaparecerá el estacionamiento de 15 hectáreas junto a la abadía.
Este dique de comunicación, que ha contribuido en buena medida a la retirada de las aguas, será reemplazado por un puente sobre finos pilotes a través de los que pueda cumplir sus funciones de dragado natural el movimiento de las mareas.
El plan del arquitecto austríaco Dietmar Feichtinger, especializado en la construcción de puentes, erradica totalmente el tráfico automovilístico del entorno de la Abadía. Por la futura "pasarela" a Saint-Michel transitará un silencioso tren eléctrico que puede transportar a miles de visitantes por hora. También se podrá llegar caminando, como los antiguos peregrinos.
Los automóviles, en tanto, deberán permanecer a una prudente distancia de dos kilómetros. Para ello se está construyendo un nuevo aparcamiento con capacidad para 4.150 vehículos.
Pero antes que nada habrá que liberar el curso del río Couesnon, frenado mediante diques con fines de provisión de agua con la consecuente pérdida de fuerza para arrastrar sedimentos en su desembocadura.
El proyecto de recuperación de la insularidad de Saint-Michel, cofinanciado por la Unión Europea, contempla la construcción de una exclusa con un sistema de retención, que permite limpiar el río de sedimentos y convertirlo en un gigantesco sistema de enjuague: en bajamar se liberarán hacia la bahía aguas acumuladas hidráulicamente durante la pleamar.
Monte San Miguel
"El Monte San Miguel es para Francia lo que significa la Gran Pirámide para Egipto", decía ya el escritor Víctor Hugo en favor de la monumental sumatoria de naturaleza y arte. Los primeros ermitaños se instalaron en el islote en el siglo V. La actual abadía de estilo gótico fue construida por los monjes benedictinos entre los siglos XI y XVI. La Revolución Francesa la convirtió en prisión. A partir de 1872 pasó a formar parte del patrimonio de monumentos históricos franceses.
Pasarán años antes de que las medidas tomadas comiencen a tener efectos visibles. Y aún así, sólo mientras la marea sea suficientemente alta y envuelva al monasterio con las aguas del mar.
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