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 domingo, 11 de septiembre de 2005  
Con espíritu celta
Situada en el sudoeste de Irlanda, la pequeña ciudad de Cork es la vidriera del Viejo Continente

Aurelio Álvarez

Que la cerveza más famosa del mundo sea Guinness nadie lo niega. Perdón, en tierra irlandesa, la misma que acuna esta marca que da nombre al libro de los récords. También le dirán que la Murphy es mejor. ¿Dónde? En Cork, al sudoeste de Irlanda, que desde enero pasado fue proclamada Capital Europea de la Cultura.

En esta pequeña ciudad en la que no sólo en cuestiones referidas a la cerveza tienen algo que decir, también lo hacen en un par de temas: aquí el santo más venerado no es precisamente San Patricio, sino San Finn Barre, y en cuanto a influencias, se ve una muy definida, francesa, lo opuesto a Dublín, la capital irlandesa que no puede evitar su cercanía -conflictiva o no- con Londres.

Conocida como la pequeña Venecia, su historia se codea con episodios tan famosos como la escala que hizo el Titanic antes de su fatídico naufragio. Es fácil encontrar por sus calles placas que recuerdan a los desaparecidos en 1912.

Y pareciera que el destino de Cork estuviera vinculado irremediablemente al agua. Se encuentra en la desembocadura del río Lee, cuyas dos orillas están cruzadas por numerosos puentes a lo largo de la ciudad. Muchas de sus calles fueron construidas sobre canales. El centro se enclava en un gran islote entre los dos principales canales del Lee. Y más agua. El condado de Cork es bañado por más de mil kilómetros de costa, con preciosos ríos y lagos.

Artesanos vikingos

En el puerto de esta pequeña ciudad (casi 160.000 habitantes), tercera población de la República de Irlanda, atracaron artesanos vikingos, desembarcaron mercaderes y banqueros arribados de los Países Bajos, y por allí entraron los hugonotes franceses en el siglo XVIII. Quizás por eso Cork, como decíamos al principio, ha sido más afrancesada que Dublín, que ha mirado más hacia Londres. La influencia gala es tal en la ciudad que en 1998 el tour de Francia (competencia de ciclismo) pasó por sus calles.

Actualmente es una urbe muy europea, mundana y con inquietudes, sede de tres grandes festivales: el de cine, el de jazz y el de las artes.

La ciudad se enorgullece de poseer dos catedrales: la del patrono, San Finne Barre, y la de Santa María y Santa Ana. La primera data del año 650 d.C., cuando el monje Lochan (su verdadero nombre) fundó una escuela monástica en el lugar. La catedral terminó de construirse tal como la vemos en 1870, en el estilo gótico francés. La segunda, entretanto, se edificó en 1808 en el estilo neogótico, aunque su torre, de 54 metros, no se levantó hasta 60 años después.


Conciertos y festivales
El City Hall, en la calle Angelsea, alberga el ayuntamiento de Cork. Edificio soberbio posee una preciosa sala de conciertos donde se celebran periódicamente conciertos y festivales. El bullicio, por su parte, nos espera en el City Market, mercado municipal que comenzó en la época del rey Jaime. Allí se ofrece una extraordinaria selección de pescado recién pescado, verduras de la zona, pan casero, quesos de fabricación local y delicatessen. La parte del centro que seduce por su ambiente es el viejo Barrio Francés, donde encontraron refugio los hugonotes huidos de Francia. Lo recuerda el nombre de la French Church Street, estrecha calle que corre junto a los restos del antiguo cementerio hugonote.

Frente a la ópera se levanta una hermosa casa victoriana que un día sirvió como aduana y que hoy da lugar a la Crawford Art Gallery. Su interior atesora una colección de obras realizadas por pintores intimistas irlandeses de los siglos XIX y XX. Al lado se encuentra uno de los sitios más exclusivos de la Cork: el Gallery Café, que merece una visita por sus tés, bombones y dulces.

Pero la atracción más célebre de Cork es el carillón de Shandon, una serie de ocho campanas instaladas en 1552 en la torre de la iglesia anglicana de Saint Anne's Shandon.


La piedra de Blarney
En las afueras de Cork se encuentra el castillo de Blarney, el más antiguo de Irlanda. La primera estructura construida se remonta al siglo X, reemplazada por otra, de piedra, tres centurias más tarde. Finalmente, el tercer castillo levantado en ese emplazamiento, que es el que podemos visitar en la actualidad, corresponde a 1446.

Esta fortaleza posee un encanto especial. Entre las almenas se halla la "piedra de Blarney" donde, según dicen, aquel que la besa adquiere el don de la elocuencia. Cuenta la leyenda (y tengamos en cuenta que estamos en Irlanda, tierra de fábulas) que una anciana lanzó un hechizo sobre la piedra para premiar a un rey que le había salvado la vida; el rey besó la piedra y habló convincentemente.

También en cercanías está el Fota Wildlife Park, en el que pueden verse especies salvajes y en peligro de extinción. El paisaje se ha recreado para que se parezca todo lo posible al entorno natural de los animales que hay allí. Normalmente, está abierto entre abril y octubre.

Y así como las leyendas caracterizan este territorio celta, el whisky también. Apenas 20 kilómetros al este de la ciudad, el Jameson Heritage Centre descubre los orígenes y la historia del mejor destilado irlandés, su proceso de elaboración y las máquinas que se emplean. Un dato para no olvidar: la casa obsequia una cata después de la visita.

Desde el 1º de enero pasado Cork ostenta con orgullo la designación de Capital Europea de la Cultura 2005. Con el segundo mayor puerto natural del mundo por detrás de Sidney, las autoridades consideran que se trata de una oportunidad única.

En este marco se sucede un vasto programa con más de 200 acontecimientos de todo tipo que van desde la pintura y la escultura, pasando por el teatro y la música, y por otro tipo de actividades culturales, incluidas las deportivas. El objetivo es intercambiar ideas y experiencias culturales de todo el planeta.

Hoy concluye el Beamish Cork Folk Festival, una de las grandes citas de la música celta y bretona que se celebra desde 1979, en esta edición con la presencia de músicos de Escocia, Irlanda, Hungría y la Bretaña francesa.

Al final de cualquier acontecimiento previsto en el programa, el pub se convierte en el lugar de reunión social por excelencia, como siempre sucede por aquí. Y si uno no quiere que lo tomen por turista, mejor no ir con prisa. Además, como Irlanda es un país de músicos, es fácil encontrar a un grupo de amigos con instrumentos improvisando sus canciones favoritas. Los instrumentos de la música tradicional irlandesa son la gaita, el violín, la concertina, el acordeón, la flauta de madera, el bodhram -un tambor de piel de cabra-, y las bones -especie de castañuelas-.

Dicho está: en Cork está hasta fin de año lo mejor de las expresiones culturales que podemos encontrar, al menos en Europa, y como ciudad desea mostrarse encantadora, mágica, muy cercana.
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El City Hall alberga el ayuntamiento de Cork. Tiene salas para conciertos y festivales.

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