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domingo,
04 de
septiembre de
2005 |
Opinión "Estadio único...¡urgente!"
Luis Alberto Yorlano / Especial para Ovación
En los muchos diálogos que he tenido con el Padre Ignacio, siempre me quedan mensajes. Recuerdo cuando me dijo "cuando hay un problema, no hay que preocuparse, hay que ocuparse". Esto es lo que tenemos que hacer los que participamos en el fútbol. Todo lo que ocurrió lo venía señalando en esta columna. No es intención caer en la crónica del después. Lo que pasó ya no tiene solución. Las justificaciones tampoco cuentan. Lo que si hay que replantear es todo lo hecho hasta el lunes.
Con el número de policías que se utilizan en los partidos que se consideran de alto riesgo se puede tomar una ciudad. Si es cierto que sólo son 200 o 300 los que producen estos episodios penosos y de acuerdo a la cantidad de uniformados que componen los operativos, contaríamos con cuatro o cinco policías por cada uno de los revoltosos. Quiere decir que algo falla.
Pero es cierto también, que muchos de estos delincuentes disfrazados de hinchas, que asumen actitudes de desacato con la policía, tienen seguramente en sus retinas los hechos que producen los piqueteros en las calles y rutas del país. Y saben que hay una notoria ausencia de autoridad. Y no debe haber lugar tampoco en el mundo donde el que rompe todo lo que tiene a su paso y hasta produce saqueos, que son considerados delitos deportivos, a las pocos horas salga en libertad. Así no va. O nos ponemos a trabajar en serio o la delincuencia irá en aumento.
Esto sin contar con lo que me decía un oficial de Policía: "decí que perdió Ñuls, que eran nueve mil, ¿que hubiera pasado si el perdedor hubiese sido Central, con más de 30.000 hinchas en la cancha? Ahora vamos a pasar revista de los responsables. Los dirigentes, que conocen a sus barras, siguen por temor o por conveniencias protegiéndolos. Los responsables de la seguridad, que desde hace muchos años vienen aplicando el mismo criterio. Lo único que varia es la cantidad de uniformados. Y haciendo el trabajo de esta manera, lo único que consiguen los revoltosos es ser considerados como peligrosos, y al sentir que los dirigentes le temen sacan más plata en la permanente extorsión a la que los tienen sometidos. Y la policía también hace su negocio, pidiendo aumento en estos servicios adicionales. Es decir han convertido a la violencia en el fútbol, en una mesa de negociación entre los que la producen y los que la deben evitar.
Mientras más no metemos en el tema menos soluciones encontramos. Todos opinan, desde psicólogos hasta los más eruditos en seguridad. Que con los castigos no se consigue nada. Que el derecho de admisión es inconstitucional. Que es un falta y no un delito. Pero mientras nadie acierta con los operativos, la gente que vive en Arroyito tiene que sufrir las roturas de vidrios en sus casas, los saqueos y los robos en los negocios. Y las familias que suelen poblar el parque Independencia los domingos, cuando hay partido, no aparecen por temor a correr algún riesgo. Y los vendedores, que hacen años viven de esto, lo consideran como un día de lluvia. Es duro decirlo, pero como vienen las cosas no se vislumbran soluciones. Habrá que ir pensando en el estadio único de Rosario. Ubicarlo en la zona periférica de la ciudad. Un complejo con grandes dimensiones para estacionamiento. Un estadio, donde se puedan dividir las hinchadas y buscar las salidas hacia viaductos que converjan con los accesos importantes de la misma. A pesar de no encontrar de manera mediata una solución a este problema, estoy seguro que los hechos de violencias se irán incrementando a través de los años. Y tal vez podamos construir un estadio seguro, cómodo y que pueda ser utilizado para otras actividades y olvidarnos de los actuales, que no tiene nada que ver con el progresos que ha tenido la ciudad en los últimos años.
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