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domingo,
04 de
septiembre de
2005 |
Primera B
El Charrúa le ganó 2 a 1 a Tristán Suárez. Suma pero no convence
Mariano Bereznicki / Ovación
Sigue escalando en la montaña de la fase inicial de la Primera B. Lo hace con dificultad pero continúa cerca de la cúspide. Pero aún le falta. No sólo para llegar a lo más alto de la cima sino también para terminar de acoplarse como equipo. Central Córdoba aún está lidiando para vencer sus propias limitaciones. Más allá del combate interno por alcanzar la solidez y sincronización que se requiere para afrontar las adversidades, sigue prendido entre los protagonistas de la Zona A. Tal vez, sin convencer. Pero para el pueblo charrúa, ese tema es harina de otro costal en estos momentos. Máxime aún luego de vencer ayer 2 a 1 a Tristán Suárez en el Gabino Sosa.
El presente charrúa marca que está en pleno proceso de expansión. Suma de local y de visitante. Pero aún está en deuda en cuanto al control de calidad. Porque hasta el momento no logró convencer ya que exhibe focos de incertidumbre con respecto al libreto que expone a la hora de jugar por los puntos.
En la nublada tarde se ayer se vio un Central Córdoba superado ante un raquítico Tristán Suárez. El Lechero, al ver la intermitencia anfitriona, se animó y le causó un dolor de cabeza a Santángelo y compañía. A tal punto que los dueños de casa recién visitaron el área rival sobre el epílogo del primer acto. Aunque sin demasiado riesgo.
El representativo de Ezeiza, con poco y nada, se erigió en el único protagonista de una obra de suspenso, donde la acción pareció ser que no tenía cabida en esta ocasión.
Pasó el Lechero por barrio Tablada cuando se inició el complemento. Y tuvo sus treinta segundos de fama. Gerardo Pérez desbordó, lanzó el centro e Ismael Villalba alcanzó conectar de cabeza y vencer la estirada de Hernán Santa Cruz, quien tuvo una tardecita para el olvido.
Daba la sensación de que Córdoba se desarmaría. Porque las líneas comenzaron a exhibir grietas en cada rincón del Gabino. Como plus extra, los que tenían que aparecer se esfumaron sin dejar huellas.
Pero ahí fue donde apareció la figura de Guillermo Farré, quien al ver que la noche se venía antes de tiempo, reaccionó y se cargó el equipo al hombro con más amor que ideas. Y en apenas diez minutos se dio el lujo de convertir los dos goles para devolverle el alma al cuerpo a más de un compañero y simpatizante.
Después de esa ráfaga de acción, los dueños de casa volvieron a la normalidad. Es decir, a ser un equipo timorato. De no haber sido por la parsimonia en la que cayó Tristán Suárez, tal vez el resultado hubiera terminado siendo otro.
Más allá de las presunciones, el charrúa volvió a sonreír. Goza de un buen presente. Pero se viene dando el lujo de brindar demasiadas ventajas. Sobre todo en la faz colectiva de juego, donde está el mayor déficit.
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Fotos
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Maximiliano Raschetti Sánchez intenta quedarse con el balón.
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