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sábado,
03 de
septiembre de
2005 |
Herencia química
Mientras algunos alumnos trabajan en el desengrasado de los cueros, el maestro de enseñanza práctica, Ariel Garre, cuenta la historia del taller de curtiembre que es, en esencia, su propia historia, la de su padre y su abuelo.
"Cuando se crea la escuela, se proponen talleres afines a la especialidad química, en este caso la curtiduría o curtiembre y la galvanostegia. En el año 1948, se busca personal idóneo y encuentran a mi abuelo materno que tenía una curtiembre aquí en Rosario, él estaba con otros trabajos muy encaminados y designa a su hijo mayor para esta tarea que es aceptado por el director. En Buenos Aires realizan la preparación pedagógica y luego instalan esta curtiembre, y otro grupo instala la parte de galvanostegia".
Más tarde se ampliaron los espacios para la labor práctica en las escuelas técnicas, primero apareció lo que se llamaba tarea prolongada y luego se crearon los dos turnos, así se suma su padre, hermano menor del primer encargado de la curtiembre, al trabajo en el taller. "Luego yo vengo a la escuela, egreso con el título de técnico químico e ingreso a la docencia. Mi padre fue mi profesor y algunos de los que hoy son compañeros míos de trabajo fueron mis maestros".
Muchos de los alumnos que asisten hoy a esta técnica lo hacen porque sus padres o hermanos asistieron con anterioridad. "Técnico químico soy por la escuela pero curtidor soy por herencia", remata Garre quien no quiere dejar de realizar "un homenaje póstumo a Oscar y Alcides Cros, maestros en curtiembre".
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