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 sábado, 03 de septiembre de 2005  
¿Quién prueba la culpa de un hecho?

¿Quién tiene que probar la culpabilidad de alguien en un hecho? ¿El que lo acusa o el que lo defiende? En todo el mundo -salvo los enclaves autoritarios como la Cuba de Castro- se ha establecido por lógica que quien pretende adjudicar un acto a otro (el acusador) debe cargar con la prueba cabal de que realmente efectuó el acto el acusado. Es una cuestión de honor, es la presunción de inocencia que todos pretendemos hacia nosotros, y por eso la debemos hacia los demás. Hay que poner mucho cuidado en las acusaciones arrojadas al aire sin pruebas. Acusar sin pruebas o exigirlas a quienes acusamos es fundamentalismo: es querer imponer ideas por la fuerza de la extorsión. Difundir acusaciones basadas en rumores o chismes no nos ayuda a conocer la verdad, sino a profundizar su ignorancia. ¿Por qué los católicos debemos cargar con la obligación de defendernos de la acusación genérica y mendaz de haber colaborado con los nazis? Acusación que efectúan algunos sin presentar prueba alguna de sus dichos. ¿De qué hecho se debería defender el catolicismo? Algunos dicen, de la indiferencia ante el Holocausto de los hermanos judíos en la Alemania nazi. Entonces pregunto: ¿quién ha probado esa indiferencia? ¿Con ese criterio se podría acusar de indiferentes a cada uno de los gobiernos, y a cada uno de los hombres y mujeres que habitaban la tierra en esos años, inclusive a los propios judíos que habitaban en otros lugares? Con la misma tabla, podríamos acusar de indiferentes a todos quienes hoy leen en los diarios o miran por televisión las actuales guerras, los atentados terroristas, las estadísticas de abortos o de desnutrición, las manifestaciones a favor de la lucha armada de Hebe de Bonafini y el llamado a la división de los argentinos que realiza todos los días Kirchner.

María Mercedes Ordones

LC 5.709.117


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